4/16/2009

¿Estamos preparados?

Todos nos quejamos de la corrupción. Lo hacemos hasta el punto en que cada acto de Gobierno es sospechado, no sin razón, de poco transparente. Solemos decir sin empacho alguno que los tres poderes –Ejecutivo, Legislativo y Judicial– son corruptos; que las fuerzas de seguridad lo son; que el sindicalismo lo es. Circulan montones de cadenas de e-mails que enumeran supuestas pruebas de tanta iniquidad. Y la información que se transmite boca a boca no es mejor. Nos roban. Nos mienten.
Queda claro que la mayoría de nuestros dirigentes no están capacitados para obrar con transparencia. Ahora bien, yo me pregunto si nosotros, los ciudadanos, lo estamos.
Los primeros indicios abonarían la hipótesis de que ambos, ciudadanos y clase dirigente, provenimos de la misma sociedad y, por lo tanto, nos caben las mismas cualidades. De modo que si mañana decidiéramos suplantar a todos los funcionarios por "personas comunes", los índices de corrupción no cambiarían o, para decirlo de manera más precisa, no es posible asegurar que habría un descenso significativo.
Siendo muy benévolos y esperanzados, en un escenario en el cual se produjese este recambio y sí hubiese ese tan ansiado descenso de la corrupción en favor de una gestión transparente, ¿cuánto tardaríamos en denostar a los responsables de la "limpieza"?
Pensemos por un momento en los atributos del gobernante perfecto:
No roba ni permite robar (esto es tan simple –dije simple, no fácil– que no admite aclaración alguna).
Toma medidas que benefician a todos por igual en el largo plazo ("en el largo plazo" quiere decir dos cosas: que probablemente en el corto plazo las medidas sean esas a las que se aplica el eufemismo "antipáticas"; y que el gobernante de referencia tiene un plan).
Atiende los problemas de coyuntura sin descuidar los problemas de base (los problemas de coyuntura, en muchas ocasiones, exigen que se continúe con el asistencialismo aunque prevén el descenso de esta mecánica en función del plan mencionado en el punto anterior).
Cumple la ley (esto es tan simple como no robar).
Dialoga con todos los sectores (dentro del marco institucional, dialoga para llegar a conformar un paquete de "no negociables" que se mantendrán más allá de su mandato, lo que equivale a decir que hay un acuerdo básico acerca del plan).
No miente (sin altisonancias ni tremendismo, le explica a quienes le delegaron la tarea cuáles son sus planes, las medidas a implementar y les solicita la imprescindible solidaridad social que se requerirá para los momentos por venir. Además, con frecuencia informa con precisión a los ciudadanos acerca de la marcha de su gestión y lo hace hablándole al país, mirando a cámara).
Ahora, seamos sinceros, este ser virtuoso y temerario duraría en el poder ¿una semana? ¿un mes?
La respuesta fácil: ¡Claro, no lo dejarían trabajar!
La respuesta triste: ¡Claro, no lo dejaríaMOS trabajar!
Decir que las estructuras corporativas son las que impedirían que este buen señor o esta buena señora cumplan con sus objetivos es verdad. Pero no es toda la verdad. ¡Por supuesto que los gremios relacionados con la educación pondrían el grito en el cielo si, por ejemplo, la decisión es dejar sin vigencia el Estatuto del Docente para diseñar una instancia superadora! (obvio que ningún docente habrá leído la última parte de la frase y, si la leyó, no le importa)
Pero tampoco nosotros, ciudadanos comunes, estaríamos conformes si se nos exige, por ejemplo, pagar todos nuestros impuestos. Porque, ¿cuál es el mejor contador que podemos tener, el que buscamos con ansias y al que le pagamos con gusto? Sí, claro, el que mejor "dibuja".
¿Estamos preparados para escuchar de boca de un gobernante la verdad y para someternos a las consecuencias que tenga? No. La mayoría de nosotros no lo está.
¿Por qué esperamos que la transparencia venga de arriba para abajo? ¿Por qué no empezamos a ser transparentes y, con la autoridad que da serlo, elegimos dirigentes y gobernantes que sean "como nosotros"?
¿Cuán solidarios podemos ser si la gran purga que exigimos a gritos empieza a hacerse realidad?
Tendremos toda la solidaridad del mundo... hasta que llegue el momento de abrir la boca y tragar la cucharada de laxante.

No hay comentarios.: