I
La ciudad despierta, tendida a mis pies.
Lo que mis ojos ven con tanta pasión no será olvidado.
Mi voracidad no puede ser infecunda.
Algo de mí cambia, aquí tan lejos, y aún no sé qué es.
II
Me despierto en Florencia.
El Arno guarda,
en su lentitud,
un segundo despertar.
III
Ojos que la muerte
debería haber vaciado
y están vivos.
IV
Vieja bruma.
La mirada nueva,
de siglos.
Crujir de ropas y
olores nauseabundos.
Ariadna deshace
el laberinto
con el hilo
de una memoria
inesperada.
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