12/19/2008

Callejeros y la primera persona (continuación)

Desde la última semana de septiembre, cuando se anunció la salida a la venta de Callejeros en primera persona, se formularon muchas hipótesis acerca de las motivaciones que me impulsaron a escribir sobre un tema tan difícil y tan controversial como la tragedia de Cromañón.

En este tiempo, contesté todas las preguntas de la prensa. Estuve a disposición de radios, canales de televisión, medios gráficos y medios digitales sin eludir ninguna respuesta.

Durante varias semanas, mis casillas de correo electrónico se poblaron de mensajes de todo tipo. Desde la felicitación y el agradecimiento hasta la ofensa, el insulto y la amenaza. La mayoría de estos últimos pertenecían a personas que no habían leído el libro.

Además, circularon versiones de todo tipo acerca de una alambicada estrategia de prensa para vender el libro. Versiones absolutamente alejadas de la realidad.


A quienes pensaron que así era, he de aclararles que días después de que apareciera la placa negra publicada en el sitio oficial de Callejeros, me llegó una carta documento de seis de los integrantes del grupo convocándome a una mediación.


A partir de ese instante me llamé a silencio para facilitar el proceso al que había sido citada y que aún no concluyó.


Es difícil entender cuáles fueron las motivaciones que los impulsaron a iniciar una accion por daños y perjuicios. Sin embargo, analizando la situación desde la postura de ellos, y de todo lo que provoco el contenido del libro, que incluye los testimonios por ellos vertidos, es posible –desde mi punto de vista– esbozar la idea de que se formule algún pedido respecto a los testimonios, reiterando que ningún interés ni participación tuvieron el libro. En cuanto a otro tipo de reclamo económico, dado que la mediación todavía está en marcha, me es difícil imaginar cómo terminará y, por supuesto, está en manos de los abogados

Por cierto, las actitudes de varios de los actores involucrados en esta trágica historia no hacen más que confirmar los conceptos volcados en el libro acerca de nuestra dificultad para unirnos en el dolor, de la imposibilidad de salir del lugar de la confrontación, de la incapacidad para reconocernos en los ojos de nuestros semejantes.


Callejeros en primera persona
no es "el libro de Callejeros" ni "el libro que defiende a la banda" ni "el libro que ataca a los sobrevivientes" ni "el libro que está en contra de los padres de las víctimas".

Instalar la idea de una obra destinada a defender una posición por encima de otra va por completo contra la esencia y el espíritu de mis palabras. Y, por extensión, contra mi esencia y mi espíritu.


Callejeros en primera persona
nació como un intento de reflexionar sobre los motivos que llevaron a que se produjera una tragedia como la de Cromañón. Creció como un desafío personal de comprometerme, desde mi lugar de escritora, con la búsqueda de la verdad, una verdad sin dueños y sin exclusiones. Se concretó como una obra en la cual el lenguaje de la investigación se desliza dejando lugar a una expresión más visceral. Vio la luz en el centro de una disputa por el espacio mediático. Y hoy circula, sobre todo entre los jóvenes, como punto de partida para la construcción de una perspectiva diferente que permita aprender de la desgracia.

Hasta la fecha, Callejeros en primera persona es el único lugar en el que aparecen las voces de los músicos. Sus largas charlas conmigo, transcriptas en el libro respetando puntualmente lo dicho, son también parte de la historia de Cromañón. Una historia que sigue doliendo como el primer día.

12/12/2008

Recreo

de vez en cuando
dejo los demonios en libertad
salen a pasear
sin límites ni remordimientos
descarados
alcoholizados
ansiosos
y bailan una danza obscena
terrible y procaz
a mi alrededor
pero son míos
los conozco
los he liberado
los dejo en paz
para que me dejen en paz
y se lleven su soez
sentido de la justicia

consigo
aunque lo traigan de vuelta
cuando les digo
cada vez que les digo
que el recreo
ha terminado

12/10/2008

25 años

Hoy se cumplen 25 años del regreso a la democracia (suena raro decir "regreso a la democracia"). Podríamos discutir si el aniversario debe celebrarse hoy o, tal como sucedió, el 30 de octubre. Para dirimir la cuestión sin demasiado conflicto, yo creo que el regreso a la democracia se produjo cuando votamos y que se concretó cuando, finalmente, el doctor Raúl Alfonsín asumió la Presidencia de la Nación luego de una sucesión –que parecía interminable– de gobiernos militares y poniendo fin a la más sangrienta dictadura vivida en la Argentina.
Los argentinos solemos quejarnos de todo. Nos cuesta celebrar. Aun frente a logros del deporte nacional –que supuestamente no deberían despertar ningún conflicto– solemos encontrar la manera de ver "el pelo en el huevo". Mucho más cuando se trata de política. A veces, hasta podríamos decir que nos "quejamos de llenos".
En lo personal, el 10 de diciembre de 1983 yo no celebraba el triunfo del candidato que había votado. Pero sí celebré. Con el cuerpo y con el alma. Fue un festejo mucho más íntimo y, también, duradero.
Lo que yo celebraba era que mi hijo de meses y, por suerte, la que vino después, no tendrían que vivir callándose la boca. Celebré que terminaba el terror que había cercenado mi idealismo adolescente. Celebré que, bueno o malo, el Gobierno entrante tendría que rendir cuentas en las siguientes elecciones, sometiéndose a la ley del pueblo, que es la que nos permite expresar la conformidad o disconformidad con las acciones que llevaron a cabo nuestros representantes (porque, recordémoslo, son nada más ni nada menos que personas que ejercen temporariamente un cargo en representación de la ciudadanía entera, aun del segmento que no los votó).
Yo celebré el final de una situación para la que no había nombre y que nosotros los argentinos, tan ocurrentes, tuvimos que inventar: los desaparecidos. Yo celebré que mis hijos no tuvieran que volver un día a la escuela y encontrarse con que todo había cambiado. Celebré la clausura de una etapa de allanamientos sin orden (que yo viví en innumerables ocasiones en mi propia casa). Celebré el recuerdo de cánticos juveniles que habían quedado borrados por la amnesia que causa el terror. Celebré la finalización de las hogueras de libros, algunas de las cuales se llevaron toda la obra periodística de mi bisabuelo.
Por cierto, hace 25 años que voto y hace 25 años que no estoy orgullosa de ninguno de los gobiernos que hemos tenido (incluidos los que me hicieron fugaz "triunfadora"). Pero sí estoy orgullosa de haber sostenido, durante un cuarto de siglo, esta democracia que, con imperfecciones, con malos pasos, con errores y, muchas veces, sin demasiada transparencia, me permite en este preciso momento estar diciendo lo que pienso. Sin miedo y con la seguridad de que en las próximas elecciones volveré a tener la oportunidad de, con mi voto, decirle a la clase política lo que pienso de ella.

11/25/2008

25 de noviembre

Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
En los últimos diez meses, 110 mujeres murieron en la Argentina víctimas de violencia de género. Esto significa una muerte cada tres días.
En el mismo lapso, sólo en la provincia de Buenos Aires se registraron más de 10.000 llamados de auxilio de mujeres golpeadas, abusadas o violadas.
Esos llamados son apenas el primer paso de un largo camino que la mayoría de las veces se trunca por miedo, impotencia, falta de recursos o por incomprensión.

Denunciar un delito de esta índole no es fácil. Abundan los obstáculos:
• Da vergüenza
• Si el abusador pertenece al círculo íntimo –lo cual es casi una regla en casos de abuso sistemático–, lo más probable es que todos desconfíen de la mujer dado que el hombre violento se presenta como una persona amable, cariñosa e incapaz de agresión alguna
• Si hay hijos en común con el agresor es aún más difícil encarar un proceso judicial
• En las comisarías, por lo general, la mujer es sospechada de mentirosa, por esa razón es aconsejable realizar la denuncia en entes especializados
• Hay pocos profesionales –abogados, psicólogos, médicos, jueces, etc– capacitados para detectar y tratar a las víctimas y para ponderar la gravedad y las secuelas de los hechos brindando asistencia y produciendo fallos y condenas que protejan a la mujer y, en caso que los haya, a los hijos
• También son pocas las personas que conocen cómo opera el circuito de la violencia y, por lo tanto, suelen pensar en estos episodios como hechos aislados o "errores", situación a la cual el agresor contribuye con su capacidad de convencer a la víctima que se encuentra en estado de extrema vulnerabilidad y, por lo general, privada de su voluntad
• Los tiempos de la Justicia suelen jugar a favor de los imputados. Para llevar adelante un proceso se necesita paciencia, en muchos casos medios económicos, una sólida contención familiar y la ayuda de profesionales capacitados en el tema
• Las órdenes de restricción, si se consiguen, son sistemáticamente violadas por el agresor

Algunas cosas que hay que saber:
• Ninguna situación de violencia es un "error" e, invariablemente, se repetirá, sobre la misma víctima si el abusador pertenece al círculo íntimo o sobre una nueva víctima si el abusador es un desconocido
• Los entes estatales especializados en asistencia a las víctimas son una gran ayuda en los momentos de crisis
• Realizar las denuncias en la Comisaría de la Mujer o reparticiones similares
• De necesitar un representante legal, elegir a una persona que se especialice en violencia de género. Ese profesional será quien asesore al momento de presentarse frente al Juez o en instancias periciales (Cuerpo Médico Forense) evitando situaciones de revictimización
• Los testigos de episodios violentos repetidos también son considerados víctimas de violencia y padecen las mismas secuelas psicológicas que la persona abusada
• Es necesario desterrar los prejuicios, preconceptos y lugares comunes que inscriben a la víctima en la posición de que "le gusta que le peguen", "ella lo provocó", "algo habrá hecho", etc

Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Informarnos y comprometernos es una manera de colaborar para combatir esta verdadera epidemia.

11/19/2008

Visto y considerando

No he sido la hijamigamantesposa
que esperaban.
No he sido la má sabnegada.
No he sido la siem prepresente.
Ni la que brinda la tier nacontención.
Fui, en cambio,
el previsible silencio de la ausencia.
El llanto ahogado.
El odio contenido.
La furia maquillada por un delantal blanco.
Fui retazos de momentos.
El aleteo de una mariposa en la espalda.
El dolor de caminar mi alma.
Pero no la hijamigamantesposa
que esperaban como se espera
la caída de la noche y el regreso de la mañana.
No, no he sido eso sino el escándalo
de no ceder al molde,
de rechazar la etiqueta,
de rebelarme a la forma,
de no dejarme triturar por la máquina
que modela el esplendor de la igualdad.
Visto y considerando
que no seré ya la que esperaban,
seré entonces
la que de mí espero.

11/06/2008

A medio hacer

Y está todo empezado
a medio hacer.
Hay nada en medio
de todo,
son cortes, huecos, cesuras.
Silencio de hilos sueltos.
Verdad de la inconstancia.
Voz que replica
otra voz
y la imita
y la parodia
para no ser ella.
Porque no puede ser ella.
Y está todo empezado
a medio hacer.
Papeles que aguardan
en una espera sin tiempo
el destino de la hoguera.

10/15/2008

Huele a jazmines

Lo vi llegar despacio,
zigzagueando entre mis cosas,
bailando en los rincones
con espirales graciosos.
Lo vi acercarse de a poco,
desplegando nubes
y ovillándose en volutas.
Lo vi acechándome
hasta meterse en mi nariz
e inundarla
para hacerme olvidar
que vi el perfume.

10/10/2008

Dos años a penas

Este blog hoy cumple dos años. Como ya he dicho otras veces: apenas dos años, a penas dos años.

10/09/2008

Humo
de días que se quemaron.
Diez. Cien. Mil.
Hojas
de improbables almanaques
infernales
en los que la paz
es sueño hecho cenizas.
Memoria
de un deseo
que preserva su existencia
a condición de no ser.
Trama, trampa, trauma.
Tema, treta, tregua.
Triste.

10/04/2008

El "qué" y el "cómo"

Durante la semana anterior, el desconocimiento del contenido de Callejeros en primera persona generó una fuerte controversia que motivó estas palabras.

Cuando un libro se publica comienza a hacer su propio camino. La letra impresa se independiza y adquiere peso propio.
Ahora que está en las librerías es posible desarticular las conjeturas y despejar las dudas. Es posible dejar de interrogarse acerca del "qué" y comenzar a reflexionar a propósito del "cómo".

Es que casi no existe otra limitación que la elección personal en cuanto a qué se dice pero sí es imprescindible sostener una posición clara respecto de cómo se dice lo que se ha elegido decir. Porque es ese cómo el que habilita consensos o disensos; el que abre o clausura un espacio de discusión; el que enriquece o limita la percepción de la realidad; el que establece el tono del intercambio de opiniones.

No es lo mismo plantear una disidencia diciendo "No estoy de acuerdo" que hacerlo con un "Sos un imbécil". La primera frase da lugar a la pregunta acerca de los motivos del desacuerdo. La segunda, en cambio, orientada a la calificación –o descalificación–, levanta barreras defensivas y transforma al interlocutor en acérrimo enemigo. La primera habla de la voluntad de escuchar. La segunda expresa intolerancia y violencia. La primera invita. La segunda provoca.

Durante el proceso de escritura de Callejeros en primera persona me preocupó mucho el cómo. Lo mismo me sucedió en estos últimos días en los que contesté un número significativo de entrevistas periodísticas. Lo mismo me decidió, en un momento dado, a suspender la publicación de los comentarios de todo signo y tenor que me han dejado en los blogs, no porque representaran una falta de respeto hacia mí sino porque podían representar una agresión innecesaria hacia otras personas.

Las palabras por sí mismas no lastiman ni reparan. Lo que hiere o cura, lo que abre puertas o construye murallas, lo que las transforma en armas o en consuelo es la manera en que elegimos utilizarlas.

9/28/2008

Callejeros y la primera persona

Desde que tengo memoria, escribir es mi pasión. Con el tiempo se transformó, también, en mi profesión y, consecuentemente, en mi forma de vida. Cada día, enfrento el desafío de expresar con precisión lo que siento y pienso sin preconceptos. Poco a poco fui entendiendo que los temas me eligen a mí y no a la inversa, que la escritura es liberadora pulsión vital sólo si pongo en ella el corazón.

Hace casi un año me tocó conocer a siete personas –Santos Fontanet, Djerfy, Vásquez, Torrejón, Carbone, Cardell y Delgado–, escucharlas y transcribir sus palabras como parte de una investigación que, lejos de lucrar con el dolor, me imponía el compromiso de bucear en una tragedia e ir mucho más allá de esas siete voces.

¿Quién puede juzgar y condenar lo que no conoce? ¿Quién puede limitar la búsqueda de información? ¿Quién puede determinar qué protagonistas merecen ser escuchados y a cuáles se les debe negar la posibilidad de expresarse? ¿Quién designa a los encargados de escribir la historia?

En estos días turbulentos en los cuales un libro que aún no salió a la venta generó innumerables pre(-)juicios condenatorios, yo me pregunto si el dolor es una cuestión de bandos y de veredas que se excluyen mutuamente. Si cinco páginas –apenas una parte de la totalidad de una obra– justifican la censura, el descrédito, la intimidación y el vapuleo. Si el único punto importante es quién cobra los derechos de autor.

En este festival de versiones, dichos y rumores, están los que ya dieron por sentado quién se lleva la plata (¡ojalá los libros hicieran ricos a los escritores, pero no es así!); los que opinan que investigar y dar una opinión es lucrar con la muerte; los que descreen de la veracidad de los testimonios; y hasta los que lamentan no tener su tajada.

Yo –que soy, en realidad, la primera persona de este título– apenas salgo de mi asombro frente a tanto sinsentido. Y vuelvo a leer lo que escribí, allá por junio, cuando entendí que la única manera de acercarme a la comprensión del dolor ajeno era invocando mi propio dolor:

En una Argentina en la que, como confirma la historia, el dolor no une sino que divide, Cromañón no podía sino enfrentar a los protagonistas. Nuestras tragedias dan lugar al nacimiento de bandos irreconciliables, a disputas que se prolongan durante años y quedan, como un mal crónico que periódicamente vuelve a recrudecer, en nuestra memoria; a heridas que, después de un tiempo, pasan a formar parte de nuestro discurrir cotidiano. Pero el dolor no cesa. Al contrario, alimentado de resentimiento, se acrecienta y se expande. Se profundiza y se enquista. El pasado, que debería servirnos de maestro, nos conduce, en cambio, a la repetición de viejos errores.

Callejeros en primera persona (pág.137)

9/23/2008

Lo hice

Ver acá.

9/14/2008

De ningún lado

El sentido de pertenencia es, sin lugar a dudas, algo común a la mayoría de los seres humanos. Clubes, asociaciones, logias, colegios profesionales, comunidades y también familias, parejas, amigos reúnen a las personas según reglas diversas, profesiones o intereses compartidos que, en ocasiones, hasta tienen sus propias jergas, giros particulares de un idioma que les permite reconocerse a poco de haberse encontrado.
El género humano parece sentirse amparado bajo el ala protectora de estas sociedades más o menos formales y pertenecer –sentirse aceptado y reconocido en esa pertenencia– se transforma en un atributo más para el ropaje de la identidad.
Pues bien, yo no pertenezco a ningún lugar. Soy, eminentemente, de ningún lado.
No me atraen los clubes. No adhiero a ninguna asociación, agrupación ni colegio profesional o sucedáneo. Mucho menos a una logia. La familia –que me da identidad formal y a la que sin dudas pertenezco en sentido amplio– no me condiciona con sus leyes explícitas o implícitas. No soy propiedad ni extensión de pareja alguna. No tengo esos grupos de amigos que se reúnen –para charlar, jugar a las cartas o ir al cine– de manera periódica o que pasan juntos las vacaciones. Y, por último, las comunidades –cuanto más específicas y exclusivas, con sus códigos y tics para iniciados– me aburren soberanamente.
Esta rebelión inconsciente frente a cualquier forma de cofradía podría ser vista como una elección de la soledad. Pero cuando no quiero estar sola, siempre tengo con quién estar. Como una imposibilidad. Pero suelo ser bienvenida en casi cualquier grupo al que quiera ingresar y me adapto a su funcionamiento sin dificultades hasta que siento que comienza a operar como un corsé. Como una extravagancia. Pero quien me conozca sabrá que soy bastante más sencilla de lo que parece.
Yo elijo pensar que, por sobre todas las cosas, amo y respeto mi libertad.
Elijo pensar, como Groucho Marx, que "no deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo".

9/06/2008

A golpes de timón

Los seres humanos solemos apostar todas nuestras fichas al smooth sailing pero, claro, en ocasiones, las aguas se tornan turbulentas y, en otras, demasiada calma nos aplasta. En ambos casos, se impone un golpe de timón.
Cuando miro atrás, puedo reconocer cada instante preciso en el cual un golpe de timón –a veces un acto mínimo e imperceptible; otras un verdadero terremoto emocional– cambió definitivamente, para la alegría o para el dolor, el rumbo de mi vida. Una tarde de diciembre de 1976 que tuvo la punzante efectividad de la muerte; un mediodía frío y soleado a fines de julio del 82 y otro, ardiente, a principios de marzo del 85, cuando vi la luz de los ojos de mis hijos. Un amanecer en viaje hacia lo desconocido a mediados de 2000, un viaje que prometía la gloria y trajo el infierno. El Viernes Santo de 2005 en que pude huir de una pesadilla que parecía interminable. La noche del 23 de marzo de 2007 cuando un abrazo postergado durante más de 30 años abrió esta etapa que vivo hoy. El 12 de agosto de 2008, una tarde largamente esperada en la que se concretó un sueño.
Uno guarda en su memoria infinidad de escenas de su vida, infinidad de fotos en las que se congela un instante de la historia. Donde el tiempo se detiene y desaparece.
Sin embargo, sólo algunas de esas fotos reflejan los golpes de timón. Sólo unas pocas responden a las preguntas "¿dónde empezó?" o "¿dónde terminó?". Solemos estar más preocupados por responder la perentoria "¿cuándo terminará (la malaria, la penuria, la mala racha)?" o imbuidos en el no menos perentorio ruego "que no se termine nunca (la bonanza, la felicidad)".
Lanzados al control del presente y a la planificación del futuro, nos olvidamos del pasado. De esos momentos en los cuales un golpe de timón nos depositó en la orilla apacible desde la cual hoy miramos la vida o nos encauzó hacia los rápidos que intentamos atravesar sin estrellarnos contra las filosas rocas.
De una manera o de otra, desde la conciencia del dolor o desde la gloriosa celebración de la alegría, encontrar dentro de nosotros esas fotos, reconocer su valor como origen de un viraje –inesperado o no– que dibuja un mapa único e irrepetible –nuestro mapa–, nos recuerda que para estar donde estamos tuvimos que pasar por donde pasamos.

8/23/2008

Y

Y te subís al colectivo
como hacés todo
como si cualquier cosa
y la ves ahí sentada
y el tiempo sobreviene
y pesa
y en sus ojos gastados
están los tuyos
y en su pelo revuelto
hay rastros
de una tarde tan vieja
que ya no podés contarla
y ella te mira
y sabe
y vos la mirás
y sabés
y los dos saben
y en ese cruce de miradas
hay dos historias diferentes
del mismo adiós
sin palabras.

8/06/2008

Mentoring Carly

Hoy, después casi tres meses de permanencia en la Argentina, Carly Stingl regresa a Madison, Wisconsin.
Carly es estudiante del último año de la carrera de periodismo en la Universidad de Wisconsin, y durante este tiempo, colaboró con el área de contenidos de Vivir en Argentina.
Como responsable del sector, tuve a mi cargo la orientación de Carly, cuyo objetivo era mejorar el dominio del español escrito.
Sin embargo, una tarea que podría pensarse meramente como una supervisión, se transformó en un desafío que, visto desde el presente, fue muy enriquecedor tanto en el plano laboral como en el personal.
Dede el punto de vista del trabajo, quienes hacemos Vivir en Argentina nos esforzamos para ofrecer a los extranjeros información ajustada y objetiva sobre nuestro país. Para eso, la mirada de una persona inquieta, curiosa y entusiasta como Carly es invalorable porque nos ayuda a comprender cuáles son los intereses y las necesidades de quienes visitan Argentina.
Desde el punto de vista personal, cada charla que tuve con ella, tanto fuese sobre los temas que le tocó abordar o sobre cuestiones puramente gramaticales o estilísticas, como cuando hablamos acerca de la problemática y la idiosincracia del país, me obligó a pensarme como argentina, a revisar el pasado y el presente, y a brindarle respuestas consistentes a preguntas tan simples –y tan complejas– como “¿Por qué en la Argentina el voto es obligatorio?” o “¿Podrías explicarme el conflicto entre el campo y el Gobierno?” u otras más relacionadas con la vida cotidiana como “¿Es que aquí todos los hombres juegan al fútbol?”.
Algunas cuestiones fueron bastante divertidas. Por ejemplo, dado que Carly es vegetariana desde hace cinco años, su inserción en un contexto en el cual la carne no sólo es un alimento sino que detenta la categoría de orgullo nacional no fue fácil.
Con un estilo inusualmente abierto y sin preconceptos, Carly se lanzó a la conquista de esta ciudad caótica y superpoblada, muy distinta a su habitual lugar de residencia. Caminó Buenos Aires de punta a punta. Curioseó librerías y cafés. Hizo entrevistas callejeras. Rechazó piropos de típicos “machos argentinos”. Y hasta obtuvo su DiscoCard para sentirse “local” y evitar que su condición de extranjera la expusiese al frecuente abuso de los sobreprecios.
Durante su última semana en Buenos Aires, nuestras conversaciones giraron sobre la despedida y sobre su futuro. Hablamos sobre la posibilidad de que escribir ocupase mucho más tiempo y espacio en su vida. Al día siguiente me invitó a ver su blog.
También charlamos sobre sus ganas de volver. Le pregunté por qué no pensar en hacer aquí sus estudios de posgrado. Me miró sorprendida. Le parecía que su nivel de español no se lo permitiría, que no estaba preparada para el desafío. Investigamos un poco –¡bendita internet!– y descubrió, con cierta decepción, que sólo se aceptaban veinticinco alumnos por año.
–¡Son muy pocas plazas! ¿Cómo voy a hacer para ingresar?, me dijo.
La alenté a que lo intentara. Ayer mismo tuvo una entrevista en “La Nación” y algo que le parecía inalcanzable se transformó en una posibilidad cierta y atractiva. Estaba feliz. Yo también.
Probablemente, Carly siga colaborando con nosotros desde los Estados Unidos. Los artículos que escribió hasta hoy acerca de nuestro país y, sobre todo, de la Ciudad de Buenos Aires, muestran su entusiasmo y su pasión por el periodismo.

7/25/2008

Abuso / Creerle a las víctimas

La comunidad psi se rasga las vestiduras porque uno de sus más destacados miembros, especialista en violencia familiar y abuso de menores, acaba de ser imputado por uno de los delitos más aberrantes que se pueda concebir: la pedofilia.
Claro, ahora que casi resulta cotidiano el abuso por parte de maestros, religiosos y familiares directos, lo que quedaba a salvo era aquello que hoy se pone en cuestión: la perversión proveniente, justamente, de los profesionales que se ocupan de teorizar, entre otras cosas, acerca de la perversión.
Tengamos presente algo: no es la psicología lo que se está cuestionando sino a un hombre que ejerce la profesión de psicólogo y que, además, hasta donde hoy se sabe, está seriamente sospechado de ser un abusador. Tampoco es cuestión de condenar –y ni siquiera considerarla como factor condicionante– la elección sexual de una persona. De modo que no vale apelar a ningún espíritu de cuerpo en el primer caso ni a cualquier disparate homofóbico en el otro.
Desde su rol profesional, el señor en cuestión –si puede llamársele señor– es autor de textos en los que describe con claridad meridiana los circuitos, mecanismos y efectos del abuso y la violencia. Explica que, habitualmente, las víctimas padecen, además de graves secuelas psicológicas, la vergüenza –e incluso el sentimiento de culpa– de haber sido abusadas y, sobre todo, la dificultad para que sus testimonios y denuncias sean considerados verdaderos.
Sé, por experiencia propia, el esfuerzo que implica no sólo hacerse escuchar sino que la palabra proferida sea tomada como verdad. Sé lo que significa recorrer el sinuoso camino de la Justicia; el grado de exposición que requiere llevar adelante una denuncia de abuso; y las profundas heridas que una experiencia de este tipo deja en quien las ha padecido.
Una persona abusada, antes de ser abusada, ha sido prolijamente minada en su voluntad. El abusador es –si se me permiten bellas metáforas para tan pobre destino– alguien que, como un hábil desguazador, siguiendo un estricto plan, se dedica a desarmar un noble velero. Con paciencia infinita, pieza por pieza, va destrozando la personalidad de la víctima. O, visto de otro modo, es una experimentada araña que, incansable, va envolviendo a su presa hasta dejarla inmóvil, agotada después de haberse debatido en la pegajosa maraña, entregada a su suerte. El abuso físico es, entonces, una pelea desigual e injusta en la que una de las partes ya ha sido vencida por la contundente efectividad del abuso psicológico.
Si la víctima reacciona antes de ser destruida por completo, le tocará –como primer paso– el difícil proceso de reconocerse. Descubrirá con estupor que no sabe cómo ni en qué momento llegó a ser esa persona degradada y empobrecida en que se ha transformado. Sentirá vergüenza, culpa, temor. Emprenderá la ardua tarea de recomponer sus vínculos, las redes afectivas y protectoras que el abusador fue quebrando, con el objetivo de facilitar su tarea, a medida que avanzaba. E intentará, por sobre todas las cosas –y a veces con escasa esperanza–, que le crean.
Era casi esperable, entonces, la primera reacción de los colegas, colaboradores y alumnos de quien ayer, amparado en un derecho, se negó a declarar. Incredulidad frente a la imagen brindada por la víctima, tan contradictoria respecto de aquella con la que ellos convivían a diario. Sospecha acerca de quien, desde el lugar de la impotencia y la debilidad, desnuda las inenarrables miserias de un poderoso. Escepticismo ante la evidencia. Sin embargo, es difícil aceptar estos sentimientos viniendo de personas –profesionales– que trabajan identificando y analizando las características patológicas de un abusador, advirtiendo la responsabilidad de la sociedad en estos hechos, alentando su denuncia y asistiendo a las víctimas.
Si algo queda a la vista es la cruel perversión de alguien que, al describir una conducta patológica, se sirve de sus propias experiencias, de sus propios –bajísimos– instintos, de su incontrolable impulso de dañar a un semejante que es más vulnerable aún por ser menor de edad. Alguien que, al dibujar a un monstruo, no puede escapar a imprimirle sus propios rasgos y su propia expresión y, aun así, lo ve como otro, ajeno a sí mismo e, incluso, lo juzga condenable.
Hasta donde hoy se sabe, este hombre le ha hecho un daño irreparable a menores –todavía no se sabe cuántos– haciendo uso y abuso de su autoridad, de su saber, de su posición social, económica e intelectual, y es patrimonio de la Justicia velar para que no vuelva a hacerlo. Pero, para que no dañe a la sociedad, a las instituciones y a la ciencia, cada uno de nosotros tendrá que hacer su trabajo. Ese trabajo es combatir esa forma sutil de complicidad, ese tenue matiz de desinterés; es abandonar la comodidad y la falta de compromiso; es, por más que duela, enfrentar una verdad que en estos casos siempre es horrorosa y siniestra.
El primer paso de ese trabajo es creerle a las víctimas.

7/23/2008

Pasión, política y ajedrez

Al contrario de lo que suele proclamar la percepción generalizada, la palabra pasión, en las primeras acepciones del Diccionario de la RAE, remite no al ánimo encendido y fuertemente inclinado hacia algo o alguien sino a la acción de padecer, al estado pasivo del sujeto y a la ausencia de acción. Recién la quinta entrada hace referencia a la perturbación o desorden del estado de ánimo, y la sexta y séptima a lo que con mayor frecuencia entendemos por pasión: el apetito vehemente hacia algo o la viva preferencia de una persona enfocada hacia otra.
Me quedo, empero, con lo viejo conocido.
En primer lugar, porque si hay algo que sin dudas me apasiona, es mi trabajo que, por otra parte, nada tiene que ver con la pasividad, el padecimiento o la inacción y, por el contrario, exige una incansable actividad mental.
Pensar es apasionante.
Pensar es abordar el desafío de ingresar a un laberinto que se va construyendo con cada elección y del cual no saldremos los mismos que éramos al dar el primer paso.
Pensar es no perder la calma porque –verdad de perogrullo– la ira, el descontrol, el desborde impiden pensar.
En numerosas oportunidades he tenido, por cuestiones laborales, estrecho contacto con dirigentes políticos de las más diversas ideologías. A la vista del camino recorrido, aquellos que tuvieron más éxito en el logro de sus aspiraciones, en su gestión y en la transmisión de sus ideas fueron los que preservaron por sobre todas las cosas la calma para pensar y decidir con la frialdad que se requiere en estos casos. Los que, en cambio, terminaron rápidamente estrellados contra el impiadoso paredón de la impopularidad fueron los que, presas del descontrol, tomaron decisiones irreflexivas, caprichosas o –valga la irreverencia a la RAE– dominadas por la violencia de la pasión.
Traducido al lenguaje popular, esto podría expresarse como "político que se calienta, pierde".
En todo caso, la pasión política debería parecerse a la que siente un ajedrecista por el juego. Una pasión que, por cierto, raras veces lo impulsa a terminar la partida pateando el tablero y, en cambio, lo incita a seguir pensando, con calma, cuál es la mejor jugada posible, la que ponga al adversario en jaque y lo obligue a, nuevamente, pensar y superarse en su estrategia.
Al igual que en el ajedrez, en la política cualquier movimiento genera un nuevo escenario y abre nuevas alternativas de juego.
Al igual que en el ajedrez, en la política todo momento de estabilidad es el instante provisorio y fugaz entre un movimiento y otro.
Se trata, entonces, de aprovechar ese hiato de precaria calma para prefigurar los próximos escenarios devenidos del nuevo estado del tablero. Por supuesto, sin perder de vista el objetivo final y mayor que es ganar la partida.
Y de paso, si hablamos de ajedrez, ¿por qué, frente a un ataque llevado adelante por piezas menores, se decidió sacrificar a la Dama?

7/10/2008

Sílice y cal

Superficie de arena olvidada
en el fuego
que alguna vez lo hizo
lengua ardiente.

La grieta
dibuja un río
que no cesa de fluir
buscando el borde.

Y si hay memoria
es para los golpes
que alguna vez lo conmovieron,
que alguna vez lo quebrarán
sin previo aviso.

Irremediablemente frágil.
Entregado al fervor de las moléculas
que no lo dejan ser cristal.

6/28/2008

Se ha puesto de moda

En un movimiento viral, como casi todo en internet, se han puesto de moda las invitaciones. Un blogger invita a otro a escribir en su espacio. Llevado a la vida real, sería como haber alcanzado el nivel de "venite a cenar a casa", "¿qué te llevo?", "naaaaada", "¿un vino?", "bueno, dale, traéte un vinito".
De modo que ahí estoy, ahora gracias a la hospitalidad de Humberto, embarcada en una conversación sobre Twitter.
Cosas de la vida (social) digital.

6/25/2008

Candelabro – Konstantinos Kavafis

En un cuarto –vacío, pequeño, cuatro paredes
cubiertas de tela verde–
un hermoso candelabro arde cálidamente;
y en su ardor, cada una de nuestras pasiones
arde también con violenta lascivia.

En el pequeño cuarto, donde brilla el
vívido fuego del candelabro,
la luz es única
No es para cuerpos tímidos
la voluptuosidad de estas llamas.


6/21/2008

A medias

Así.
Un poco acá.
Un poco en ningún lado.
Un rato asintiendo.
Y al siguiente negando.
Con un pie de cada lado
de un abismo
que se separa de a milímetros.
Así.
Un poco cuerda.
Un poco no.
Un rato entera.
Y al siguiente en trozos.
Con el alma a caballo
de más de un sueño.
Y sin riendas para dominar
al animal.
Así.
A la deriva
sin poder decidir
si luchar contra el agua
o entregarme a la marea.
De a ratos remando.
De a ratos dejándome ir.
Así.
A medias.
Así.

6/13/2008

La vida en cien palabras – El cuerpo

Estructura flexible. Templo y envase. Revoltijo de células insurrectas. Albergue de órganos silenciosos que se aplican a sus funciones como obedientes soldados. Manojo de huesos y músculos y tendones y nervios y arterias. Vehículo y canal. Territorio inconmensurable del alma o cárcel en la que, enjaulado entre costillas, el corazón sobrevive. Límite entre lo privado y lo público, entre el adentro y el afuera con la piel como delicada armadura. Lugar del dar y del recibir, allí donde el intercambio se concreta en un abrazo. Entero, perfecto, autónomo y, aún así, en la eterna búsqueda de hacerse uno con otro.

6/07/2008

Festejando con Federico

El blog de Federico Aikawa cumple un año y para celebrarlo el autor organizó un festejo participativo: convocó a otros autores a hacerse dueños de su espacio durante todo el mes de junio.
Acepté la invitación apenas la recibí.
Claro, Federico no sabía muy bien a lo que se exponía cuando la cursó y ahí estoy, por unos días, invadiendo territorio ajeno.
¡Gracias, Fede!

6/02/2008

La vida en cien palabras – Los vencimientos

Una pila de papeles: luz, gas, agua, teléfono, declaraciones de impuestos. Documentos personales: el registro de conducir, la cédula. Vacunas: polio, tétanos, hepatitis, meningitis, sarampión, viruela. Envases de alimentos: leche, pan, manteca, queso, yogur, mostaza, mayonesa, cubos de caldo, sobres de sopas instantáneas. Varios: pilas, baterías, tickets de descuento, promociones, beneficios, credenciales, tarjetas de crédito. Remedios para el cuerpo. Remedios del alma. Sentimientos. Relaciones. Todo termina mostrando su fecha de vencimiento. Esa fina línea que lo separa de lo seguro. Un día señalado para un final previsto. Todo parece caducar, rendirse al tiempo. Hasta el amor y la vida misma.

5/30/2008

La vida en cien palabras – El silencio

El teléfono deja de sonar. La lluvia no repiquetea en las veredas. Las hojas de los árboles están quietas. La heladera detiene su zumbido. Las palabras se ahogan. Los diálogos se cortan. Todo entra en una calma espesa y tensa. Todo es humo blanco o frío de cristal. Miradas mudas. Fuego que es brasa y no crepita. Gritos proferidos en el vacío de un laboratorio. Como ensayo. Como prueba. Sin error. Corazones acallados, detenidos. Relojes digitales. Latidos y tic-tacs que ya no son. Las bocas y el aire coinciden: no emitir, no transmitir. Entonces lastima, como una fiera, el silencio.

Aclaración

Ayer, de puro curiosa, hice en Google la búsqueda de "la vida en cien palabras". Descubrí entonces que existe alguien que incluso publicó un libro a partir de la iniciativa. Igual, a mí me parece un gratificante desafío seguir tratando de retratar algunas cosas en cien palabras que, según como se las mire, pueden ser muy pocas o demasiadas.

5/27/2008

Sin suministro

Hay un corte de luz en mi manzana.
Es como si el mundo se acabara en la vereda.
Desde el sillón veo el espectáculo de las vidas vecinas.
El anciano de enfrente asiste a su mujer inválida
al igual que todas las noches pero hoy,
amparada en la oscuridad, veo en sus pasos y en sus gestos
el amor y la resignación.
Un grupo de muchachos canta en la puerta de la fiambrería,
sin más realidad que los viejos vinagres,
sin más horizonte que Luca y el vidrio marrón de la cerveza.
Se escuchan sirenas y perros y los pasos agitados de los vecinos
que van y vienen sobre la escalera de metal.
¿Qué pensará la pareja de holandeses que vive aquí al lado
de esta ciudad donde la luz es esquiva y el silencio hace cuerpo en la noche?
Cada tanto, un auto ilumina la calle y el reflejo es esperanza
de visión recuperada.

Mi nombre es Edgar, ¿en qué puedo ayudarla?
dijo amablemente y le expliqué que estoy sin luz.
Necesitó saber desde qué lugar de este infierno desconectado
estaba hablándole.
Sí, respondió con voz automática y sabiduría de recóndito call center,
tenemos un problema en la línea de megatensión
y el servicio estará restablecido en tres horas
aproximadamente, señora.
Agradecí.

Y ahora escribo porque sé que la llegada de la luz
suspenderá esta pausa obligada en la que mis pensamientos hablan.
Que en poco tiempo habrá otra vez ese orden invariable
de mis noches azules de televisión.
Y escribo porque sé que, de no hacerlo,
lamentaré haber perdido estas palabras,
que los ojos volverán a engañarme,
que estaré, otra vez, sin suministro.

5/24/2008

La vida en cien palabras – La cena

Lava, corta, ordena, pica, planifica, vuelve a lavar, va hacia la heladera, saca un nuevo ingrediente, lava, corta, ordena, pica, planifica. Llora cebollas. Ríe albahaca. Los dedos ágiles. La luna en la ventana. Y zambulle todo en la olla. Huele suspiros de golosa plenitud. Sonríe. Revuelve. Revuelve. Sonríe. Respira los borbotones de la salsa. Y revuelve. Y sonríe. Imagina los pasos ansiosos, el tintineo de las copas, el choque metálico de los cubiertos. Servilletas como palomas. Pan y vino. La sencilla alegría de una cena que aún no ha comenzado pero que ella lleva largo tiempo preparando en su corazón.

La vida en cien palabras – Amor

Sólo recuerda el perfume persistente de la lluvia. Y la lejana claridad de un amanecer. Habían estado hablando durante horas. De todo. De nada. Del tiempo. De la eternidad. Hasta que súbitamente ella se puso de pie y dejó la habitación. Entonces él se sintió solo. Aún sabiéndola del otro lado de la puerta. Aún consciente de que volvería en apenas minutos tal vez con una nueva copa de vino, tal vez sonriendo, tal vez… Pero él había conocido esa soledad instantánea y profunda. Y supo que no quería en su vida ese sentimiento helado. Y supo cuánto la amaba.

5/23/2008

No entiendo

Mis ojos se niegan a la luz.
Mi voz se ahoga en el vacío.
Y sin mirada y sin palabra
no soy nada.

5/18/2008

Te necesito

Recién llamó. Su voz, aunque quebrada, iluminó por un instante el gris de mi vida. Su inocultable angustia me hizo sentir súbitamente bien. Sólo dijo dos palabras, apenas dos palabras que dieron vuelta mi universo: “te necesito”. Entonces la deseé. La deseé como hacía tiempo que no la deseaba. Como nunca, creo, la había deseado. La vi cabalgando en mi cintura, montada sobre mí. Y yo perdido entre sus piernas. Gozando de su cuerpo completamente por primera vez. Hundido en ella. Dueño de ella. Atado a ella por un deseo animal, sin nombre y sin tiempo. La supe entregada, frágil, casi vencida. Justo ella, que no se deja vencer por nada. Justo ella, que siempre se pone de pie y mira el mañana con esperanza. Justo ella, tan distinta, tan opuesta a mí. Y tuve ganas de correr y abrazarla. Tuve ganas de recorrer su cuerpo sin mapa, sin rumbo, sin apuro. Tuve ganas de besarla con pasión, con ternura, brutal y salvajemente, hasta caer rendido. Sólo porque había dicho esas dos palabras que nunca antes había pronunciado. Porque se estaba mostrando vulnerable y era una presa fácil para mi deseo. Pero yo no sólo soy un cobarde, soy, además, un cobarde con principios. Entonces, traté de que en mi voz no se notara el arrebato de mi corazón. Traté de que no se trasluciera mi emoción, mi sensación de triunfo y ese sentimiento tan parecido a la felicidad y, con el mismo tono neutro de siempre, le dije: “Ahora no puedo, estoy ocupado”, y volví al camino de mi intrascendente y mediocre existencia.

5/13/2008

Soy ceniza

El recuerdo de una nena asustada.
El pelo largo y lacio.
Los ojos curiosos.
Las risas sin motivos.
Olor a pasto. Olor a lluvia.
Olor a tiempo.
El cielo del campo.
Escarcha bajo los pies.
El recuerdo de una adolescente asustada.
Palabras crepitando en la fogata.
Si la lengua no traiciona,
las ideas duermen a salvo en la cabeza
a la espera de un viento mejor
mientras el día a día sólo trae
gritos, cascos, botas, armas.
El recuerdo de una joven asustada.
Viviendo en la clausura,
disfrazada de mamá.
Tomar el té y jugar a las muñecas.
Un oficio mudo que no alcanza
a ocultar el gesto de dolor.

El recuerdo viene en láminas de hielo.
En chispas de una hoguera.
En capas de ceniza.
En papeles ajados.
En fotos recobradas.
El recuerdo viene como un leve
polvo gris.

4/30/2008

Romance

Este amor tiene del amor no solo el nombre.
También tiene la luz, la paz y la bonanza.
La melodía plácida de un atardecer.
Crujidos, tintineos, sones, ecos.
Latidos en las yemas de los dedos.
Fibra, sangre, madera, carbón y piedra.
Tiene del amor el encanto sutil de una mirada
que prisma la realidad y la desnuda de a poco
y la hace gajos jugosos y gira sobre ellos
y cambia y se inventa vez tras vez.
Miel, sal, azúcar, pimienta y veneno.
Porque este amor tiene del amor no solo el nombre.
Tiene la pastosa consistencia del metal candente,
la lenta danza de la lava, la protesta furiosa de un hervor.
Es olla, cuenco, vaso, jarra, odre, cántaro y mortero
donde se cuece un guiso, donde despiertan las esencias,
donde duerme el agua, donde se ofrece el alimento,
donde se ahoga la sed.
Tiene del amor el perfume, la ley del cuerpo.
La intimidad a la que sólo el amor convoca
para consentir un abrazo que es deseo.
Es horizonte, avenida, camino, calle, vereda
y sendero que se abre nuevamente al horizonte.
Caricia que se estrecha hasta hacerse piel sobre otra piel
y orgasmo agonizante, suma de muertes provisorias
que ensanchan la fugaz conciencia de la vida.
Es que este amor tiene del amor no solo el nombre.
Tiene el silencio preñado de palabras.

4/26/2008

Equívoco

Hay dos árboles en la puerta de mi casa,
dos paraísos frondosos y serenos.
Uno, el de la izquierda, perdió todas las hojas
y deja ver sus ramas retorcidas,
racimos de frutos amarillos,
secos y quietos que el viento no conmueve.
El otro, el que protege mi ventana
y desnuda por las noches las estrellas,
se resiste a abandonar el verde,
proyecta su sombra sobre la vereda,
esconde pudoroso su corteza.
Es un resto del verano que no se apaga,
habitación de pájaros inquietos que pronto partirán.
Es telón de mi desnudez y amparo de mi soledad.
El paraíso que protege mi ventana
no se ha enterado aún de la llegada del otoño.

Su equívoco alimenta mi ilusión
de que las cosas persisten, de que el verano es eterno,
de que el tiempo no se llevará mi voz.

4/24/2008

Agradeciendo

Juana me invitó a pensar acerca de las cosas por las cuales creo que es imprescindible agradecer.
He aquí el resultado.
Y toda mi gratitud para ella.

4/20/2008

Simple y fácil

¿Quién no ha confundido más de una vez lo simple con lo fácil? Todos lo hacemos con notable frecuencia y, equivocados, nos lanzamos hacia lo uno como si fuese lo otro.
Simple es, ni más ni menos, todo proceso explicable y ejecutable en un paso a paso al igual que una receta de cocina básica para principiantes. Lo que no implica que, aún siguiendo al pie de la letra las sencillas instrucciones, la comida salga rica. Fácil, en cambio, es lo que se puede hacer sin un gran esfuerzo. Sin embargo, la incoherencia y la contradicción suelen filtrarse a menudo en nuestro discurso.
Porque la vida es simple. Pero vivir no es fácil.
Porque el amor es simple. Pero amar no es fácil, enamorarse no es fácil y seguir enamorado después de un tiempo es definitivamente difícil.
Porque ser feliz es simple. Pero encontrar la felicidad no es fácil.
Porque digerir (desde la comida hasta la realidad) es simple. Pero tragar no es fácil. Aunque a veces, vaya paradoja, tragar es simple pero digerir no es nada fácil.
Porque comprender es simple. Pero aceptar no es fácil.
Porque tener un hijo es simple. Pero ser padre o madre no es fácil.
Porque soñar es simple. Pero hacer realidad los sueños no es fácil.
¿Cuál será la fórmula para hacer fácil lo simple?

4/17/2008

¿Quién es el dueño del poema?

El autor que pone de sí las palabras que dibujan historias, figuran sentires.
El yo que enuncia, dolido, iracundo o jubiloso, paciente o con ansias.
El tú al que ese yo se ofrece y se entrega.
El tú que lee, sorprendido, aquello que hubiese querido escribir o lo que habría deseado que saliera de su corazón para otro tú, reinscribiéndose en el verbo ajeno hasta hacerlo propio.
Un él desapegado, casi lejano.
Un él que se reconoce en la materia expresiva, descubierto en la intimidad de su emoción.
Un nosotros que es apenas el universo contenido entre el tú y el yo.
Un nosotros que remite al todos, ilusión de unidad.
El vos, lector aleatorio, atrapado en la convocatoria del yo, envuelto en la delicada telaraña del sentido, disuelto en el límite entre literatura y realidad.
¿Quién es el dueño de ese poema que una vez lanzado al aire levanta vuelo y, desde la altura, sólo responde a sus propios latidos y a su propia respiración?

Gracias

Tu presencia y tu ausencia.
Los helados castillos de tus silencios
que ahogaban todas las voces.
Esa vida de sorbos mínimos,
de largos tragos y una mesa siempre tendida.
Los bocados compartidos
mordiendo pieles temblorosas de viejas penas.
Tu compañía espasmódica y tu trágica verdad.
El humo gris de tu mirada perdido hacia adentro.
Y la caricia única, perpetua.
Y ese amor mezquino y provisorio.
Y la fe quebrada.
Y el tiempo exiguo detenido en ningún lugar,
allí donde todo empuja, atraviesa, avasalla
y te deja solo frente nada
asomado al vacío.
Esa espera en un andén donde hace rato
el tren no pasa.

Ese abandono, tu abandono
me dio cada palabra
de mis mejores poemas.

4/09/2008

Temas intrascendentes

Desde hace un tiempo, buena parte de la sociedad se regocija en la banalización de la existencia. El resto –tal vez mucho menos numeroso– se rasga las vestiduras considerándose apenas un testigo, calificado pero no contaminado, de semejante espectáculo. Mientras tanto, lo que queda entre la fiesta superficial y las voces admonitorias es la posibilidad de una reflexión acerca de la realidad que, como todo lo que está sucediendo, no es ni bueno ni malo sino simplemente lo que está sucediendo.
Están, entonces, los que no quieren pensar cosas importantes y los que viven pensando cosas importantes. Los que le sacan el cuerpo a los cuestionamientos y los que todo lo cuestionan. Los que consumen basura mediática y los que sólo consumen cultura. Los reaccionarios y los progresistas. Los que se sumergen con placer en la profundidad y los que cultivan sin reparos la trivialidad. Esta furiosa asignación de etiquetas y categorías abre un abismo al que tanto un grupo como el otro evita asomarse. (Ahorro el festival de comillas que todo este párrafo merecería)
Una verdadera pena, porque de vez en cuando a todos nos viene bien un rato de esparcimiento sin pretensiones y a todos también nos viene bien de vez en cuando intentar pensamientos que estén por fuera de los circuitos habituales.
La profundidad de una reflexión no está garantizada por la complejidad del tema abordado. Hay infinidad de ejemplos de que cuestiones menores pueden inspirar pensamientos sublimes y, del mismo modo, cuestiones sublimes pueden provocar pensamientos muy pero muy menores.
En suma, no es descartable la realidad sino el lugar que se elige para hablar de ella, y no es intrascendente un tópico sino lo que se dice de él. Es que no hay temas inabordables ni tampoco otros que no merezcan ser tratados. Hay solamente miradas, más o menos originales e interesantes, acerca de los acontecimientos. Y el secreto reside en cómo cada mirada construye hipótesis sobre las cosas; en qué punto se ubica para dibujar una perspectiva; de qué forma interroga a esa realidad.

4/08/2008

Soy

Este manojo de deseos, esta carne palpitante.
Estos huesos, esta entrega
y esta disposición a la entrega. Esta pasión
que no se apaga.
La ilusión que no se rinde.
Esta voz que no se calla, esta lengua que no claudica.
Soy.
Mi respiración agitada, mi aliento sin agonía.
Y toda la sangre y la fibra. Y la sutil presencia de mi espíritu.
El pensamiento irresoluto que no cede.
Y necesidad y hambre y sed de todo
insaciable, permanente
desafío
terrible condena al movimiento eterno.
Sí, soy.
Soy este manojo de deseo.
Soy esta sensación de haber perdido
todo lo que había para perder
y la certeza de que, desde el fondo del pozo,
sólo se puede subir, ganar, salir.
Porque este terrible manojo eléctrico de deseos,
este manojo terrible de deseos eléctricos
no hace otra cosa que desear.
No hace otra cosa que correr tras aquello
que una vez alcanzado queda atrás
y se pierde y se deshace y se quema
para que de esos despojos
surja un nuevo deseo que reavive
el movimiento,
esa búsqueda siempre inaugural
que me mantiene viva,
siendo.

4/06/2008

(infinito)

Como una grieta en la pared desnuda.
Como un tajo que deja ver la carne y sus latidos.
Como la verdad despierta y brutal.
El poema.

3/28/2008

Por favor, gracias, perdón

Son apenas tres expresiones. A veces, de tanto usarlas al descuido, se vacían de significado. Pero aun dichas con cierto desdén, aun si forman parte de una estrategia para conseguir algo, aun pronunciadas falsamente y sin corazón, siguen siendo útiles. Porque abren puertas, disponen al diálogo y acercan posiciones.
En fin, como sea, que todos las usen ya es un avance.

3/25/2008

( )

No sé nada de economía.
Si alguna vez tuve un ideal político, hacer campaña para distintos candidatos me lo robó para siempre.
Apenas conozco el campo e ignoro por completo las alternativas de la actividad agropecuaria.
No entiendo nada de exportaciones ni retenciones ni del boom de la soja.
No escribo sobre cuestiones relativas al complejo devenir institucional de nuestro país.
Pero no me gustan la violencia y el autoritarismo.
No me gusta sentir que quien tiene bajo su responsabilidad el gobierno de todos los ciudadanos se exprese con soberbia, arrogancia e ironía cuando habla de quienes –la hayamos votado o no– aceptamos la decisión de la mayoría de delegarle esa misión.
Creo, desde mi indeclinable fe en las instituciones, que se gobierna para sumar. No para excluir. No para dividir. No para privilegiar a un sector por encima de cualquier otro. No para hacerle el juego al resentimiento, al revanchismo y al odio.
Porque el costo de todo eso, a la (no tan) larga, es muy alto. Y, no importa en qué vereda hayamos estado, lo pagamos todos.

Más de lo mismo

Como la escena de una vieja película de miedo
que de tan mala mueve a risa.
Como el recuerdo horroroso
que insiste, persiste y se instala
en una grieta para echar raíces,
orgulloso parásito que se nutre
de mi sangre.
Como ese antiguo sentimiento de hartazgo
que tala brazos y siega ilusiones.
Como el grito que, ignorado,
se pierde en el vacío.
Como una alimaña que creía muerta
y sin embargo aún exhala
agónicos suspiros.
Como el hedor de un pantano
que estalla en espesas burbujas
de mugre acumulada.

Como una bocanada del infierno
que se acerca pestilente
a tocarme con su lengua.
Todo llega.
Todo pasa.
Todo vuelve.

3/21/2008

Por no llorar

El cielo estuvo cargándose de a poco
cosechando nubes y gestando el viento.
Primero fue el aire en remolinos,
las hojas arrebatadas a los árboles
flotando sin norte, bailando en silencio.
Después la luz inclemente de un relámpago,
los rayos quebrando el cielo,
un súbito temblor bajo mis pies.
Y llegó
por fin el alivio de las gotas
estrellándose en los vidrios,
y el desliz de esos ríos verticales
que desaguan en un mar
de baldosas de vereda.
Una calma provisoria y un escalofrío
de cuerpo desnudo que recibe el agua,
de piel sedienta, de huesos escarchados.
Los ojos abiertos a la noche,
ávidos de luz, muertos de miedo.
Esperando ser heridos por la lluvia
que dibuja surcos de lágrimas
allí donde el dolor, por no llorar,
naufraga.

3/18/2008

Hoy

Amanece.
Las historias que quedaron sobre la cama
se esconden silenciosas
entre los pliegues de las sábanas.
Cierro puertas. Abro ventanas.
Dejo entrar la luz que le devuelve a las cosas
su peso, su forma y su sentido.
Bajo la ducha, despego de mi piel
el olor de la tuya y veo con alivio
los fantasmas escurrirse en la bañera.
Rezo una oración pagana agradeciendo
a los dioses crueles que dictan mis palabras.
Repaso la historia, dibujo un mapa,
una carta náutica signada por estrellas
sólo para entender
que estoy limpia, libre, bendecida;
pronta a iniciar otro viaje,
despiertos los sentidos.
Y voy, como flotando, directo a la salida.

3/13/2008

No me gustan los obituarios

Una sola vez en mi vida, en marzo de 1999, escribí algo parecido a un obituario. Fue en ocasión del fallecimiento de Adolfo Bioy Casares. Tenía que ver con un supuesto reencuentro con su compañero de aventuras literarias, Jorge Luis Borges. Así como siempre hago yo las cosas, con el impulso del sentimiento, la mandé al casi recién estrenado sitio web de La Nación que por ese entonces tenía muchas secciones en las cuales los lectores podían participar. Y me olvidé del asunto hasta que empecé a recibir una catarata de e-mails comentando mis palabras.
El tiempo pasó, Bioy dejó de ser noticia (¡qué horror!) y volví a olvidarme del asunto ("me trabajó el olvido", habría dicho Borges).
Lo cierto es que alguna vez, "googleándome" (una actitud de imperdonable narcisismo) encontré referencias a esa nota. Un colegio la había tomado para que los alumnos trabajaran el texto. Y, lejos de enorgullecerme, me avergoncé.
Es que, me tomó un rato largo entenderlo, no me gustan los obituarios. No me gustan las frases hechas que allí se reproducen. No me gusta el ensalzamiento post mortem, casi siempre injusto y, verdad de perogrullo, tardío. No me gustan los golpes bajos ni la sensiblería. Y mucho menos me gusta que, apenas unas horas después de haber vertido ríos de tinta –reales y virtuales–, el flujo de las noticias haya trasladado el foco de atención hacia cuestiones banales y mucho menos permanentes que la muerte, enterrando –valga la palabra– a la persona.
No me gustan los obituarios porque, sin disimulo y sin escrúpulos, hacen de un ser humano un prócer con fecha de vencimiento. No me gustan porque, en el fondo, si bien me conmueve, no me apena la muerte de quienes han tenido una vida fructífera y llena de realizaciones. Porque eso de que alguien murió y "tenía tanta vida por delante" me parece una soberana estupidez. Porque los seres que amamos o admiramos (o ambas cosas a la vez) viven siempre en nosotros por lo que han hecho, por la huella que han dejado, por los momentos compartidos, por cada una de las cosas que, sabiéndolo o no, nos regalaron con su existencia. Y, lo más importante, ESTAN.
Ojalá pudiésemos aprender a vivir con la conciencia de la muerte como un hito más de nuestras vidas. Con la certeza de la trascendencia de cada uno de nuestros actos. Con la grandeza de reconocer de inmediato los actos trascendentes de nuestros semejantes. Con la humildad de agradecérselos. Con el orgullo de que su desaparición física no nos haya sorprendido sin haberles hecho saber cuánto los admirábamos y cuánto los queríamos. Si así fuese, no sería necesario obituario alguno.

3/04/2008

Día Internacional de la Mujer

Gusz, en nombre de Area Queer NOA, me invitó a escribir un texto con motivo del Día Internacional de la Mujer.
Se puede leer acá.
¡Gracias, Gusz, por la invitación!

3/01/2008

La palabra

Entre las obsesiones que me aquejan no sólo están el escritorio, la heladera o los post-it. Por ser tal vez las más mundanas, ésas son pasibles de ser tomadas con humor.
Pero están las otras. Las que me imponen, más tarde o más temprano, el salto al vacío interior. Las que me obligan a viajes con puntos de partida móviles y destinos inciertos. Las que no puedo controlar. Las que me acosan. Me llevan, me traen, me ponen y me sacan. Y entre ellas, la más pertinaz. La más honda. La más obsesiva de mis obsesiones: la palabra. La arcilla que me modela. El lienzo en blanco que me retrata. El cincel que me esculpe. La materia que me trabaja.
Palabras... Las que nombran lo que hay en mi mundo. La que me nombra y me da sentido. La que no por callada se ignora. La que llega en el momento preciso y la que no llega nunca.
La palabra que se da, se pide, se toma, se tiene, se retira, se cede y se empeña.
La mayor, la mala, la santa. La de honor, la grosera, la última. La media, la clave, la mágica.
La que alguien nos deja en la boca cuando nos da la espalda. La que se lleva el viento. La que cruzamos con algún otro así como al pasar. La que hemos de comernos por haber sido imprudentes o impulsivos. La propia. La ajena. La que viene preñada de sentidos. La vana. La que se tuerce por mal uso. La que se ahorra por hartazgo.
En cuanto a quienes las usan, las abusan o las ignoran. Están los de pocas, los de una sola, los de muchas, los que se van sin decir ni media. Los fanáticos de las cruzadas. Los que con ellas hacen juegos.
Hay libertad bajo palabra. Hay personas de palabra, que repiten palabra por palabra y otras con facilidad de palabra. Hay cosas que se resumen en una palabra o que nos dejan sin palabras.
Y hay momentos en los que no se puede decir ni una palabra más.

Soledad

Lleno de voces
como humo.
Ahogado en un destino
de acordes desgarrados.
Muerto sin saberlo.
Desahuciado.
Solo.
Vas por la vida
cargando con tu cuerpo,
empujándote hacia la nada,
arrastrando los recuerdos,
revolcándote en el miedo.
Vas por la vida
desbordado de sombras.
Solo.
La mirada hundida
en la espalda del mundo.
Solo.
Solo y encerrado.
Corriendo
tras una línea blanca
de esperanza.
Sabiendo con la carne,
entendiendo con la piel
que la luz
muere
en tus ojos.

2/22/2008

La adivina

No habrá vidas futuras,
dijo, no las habrá.
Ni lunas ni soles.
No más atardeceres.
La lluvia no mojará tus ojos.
Ni los ojos que te miran
llorarán.
No más pensamientos
inciertos. Ninguna idea
te perturbará.
Y su voz hueca
anidó en las líneas
de mis manos.
Y su mirada
perforó mi palma herida.
Y mi aliento
echó a volar palomas
hasta entonces quietas.
No habrá vidas futuras,
dijo, no las habrá.
Sólo un día interminable,
un canto silencioso
y la luz de la palabra.

2/20/2008

El

El tiene la sonrisa congelada,
detenida en un pasado
feliz que nunca fue.
Un palacio
de baldosas y adoquines.
Los ojos fugados
sin presente.
Los dedos ávidos
de cuerdas.
Una nena chiquita
que baila a su alrededor
y le canta una canción
de despedida
mientras lo mira
morir.

2/16/2008

Untitled

He viajado tanto
atravesando eras.
He sentido guerras
y frenéticas celebraciones.
He respirado la paz
de una geografía
desnuda y blanca.
He visto el silencio
rebotar en las paredes
y la música escaparse
como arena entre los dedos.
He sido el brillo incandescente
que apaga la oscuridad
y la oscuridad
que devora toda luz.
He callado cuando debía hablar
y hablado cuando debía gritar
y gritado cuando debía callar.
He destejido cuentos
y malentendido historias.
Todo bajo este rostro
que no denuncia lágrimas,
que no entrega sonrisas.
Todo.
Todo dentro de mí.

2/14/2008

Piezas sueltas

A veces le falta una pieza
a mi rompecabezas
y no se completa la imagen
y no se arma la figura.
Se ausenta el sentido.
Se escurre la historia.
Se pierde una palabra
del estribillo de la canción.
Y no puedo cantarla.
Y no puedo contarme.
Me falta un pedazo.
Me queda un hueco.
A veces pierdo una pieza
de mi rompecabezas
y algo la trae,
alguien la trae
para colocarla
allí donde encaja.
Como un regalo esperado
que, fugaz,
desdibuja el hueco
para que yo pueda
arma la figura,
cantar la canción,
devolverle el sentido
en un instante
a la historia
que me cuenta.

2/05/2008

Urdimbre

Pasan los hilos
unos sobre otros
y por debajo
vuelven a encontrarse
para formar la trama,
para tejer historias
de recorridos
con destino de cruce.

Pasan los hilos,
los días infinitos
llenan espacios
de abrazos
y dejan huecos
de ausencia.

Pasan los hilos,
la vida va urdiendo
desencuentros
con la astucia
de una vieja hilandera
que tarde o temprano
recobrará la hebra
y nos volverá a unir.

2/03/2008

Muertes pequeñas

Son delicadas espaditas,
puñales diminutos,
minúsculos cuchillos
que asesinan sin premura,
por entregas, en capítulos;
que matan de a poquito
y en silencio.
Son palabras nunca dichas,
gestos suspendidos,
emociones mezquinas.
Son despedidas
que des-piden,
ausencias temporarias
en presencia,
abandonos momentáneos
sin motivo.
Son puertas que se cierran
una a una
con aviso.
Son las muertes chiquititas
de los grandes amores
sin grandeza.
Son el reflejo oscuro
de lo que fuimos
dejando de ser.

1/28/2008

Será sí

Cuando tu noche sea luminosa.
Cuando dejes de estar recostado
en la orilla de un sueño.
Cuando te deshagas en mí
como una ola besando la playa.
Cuando el deseo te imponga
su fuerza.
Cuando tengas el mañana
en la mirada.
Cuando la vida, imperiosa,
te empuje hacia arriba,
alto, lejos,
y no tengas más remedio que volar.
Entonces será sí.

1/05/2008

La buena literatura

En los últimos tiempos, algunos representantes (?) del ámbito intelectual (?, otra vez) produjeron declaraciones, por cierto nada laudatorias, sobre los blogs. Más allá de mis serias dudas acerca del conocimiento que dichos personajes puedan tener sobre el mundo digital y, también, de que no es la primera vez ni son los primeros que las hacen, debo agradecerles pues sus encendidas afirmaciones me pusieron a pensar, nuevamente, en cuestiones para mí trascendentes como lo son el arte en general y la literatura en particular.
En primer lugar, convengamos, la producción artística no reconoce un escenario o un medio específico. Es decir que, allí donde la chispa creadora se enciende hace arte sin importar si es una intervención callejera o un mármol bellamente cincelado, si el soporte es tan concreto como un papel o si, en cambio, es la manifestación de una combinatoria de ceros y unos.
En lo que hace a la literatura la situación se torna aún más compleja dado que la materia de la que está hecha es la misma que utilizamos para comprar un kilo de papas o para insultar al colectivero que acercó su monumental vehículo a nuestra indefensa humanidad. La que se utiliza para mentir, manipular y descalificar. Entonces, darle a eso cotidiano y burdo un uso que lo transforme en bello y sublime requiere, sin dudas, un arte.
Ahora bien, ¿es ese arte patrimonio exclusivo de ciertas personas? Sí lo es, también sin dudas. Pertenece a aquellos que desean expresarse y encuentran en esa expresión un modo de llegar, conmover, tocar a otros. Pertenece a los que reconocen en sí mismos la necesidad de hacer oro con el barro. Pero pertenece, también, a quienes sólo están movidos por el impulso de volcar sus pensamientos y sentimientos, a los que emprenden una búsqueda de perfección, de certeza, de fidelidad o de quiebre con lo establecido; a los que no saben que han logrado hacerlo bien; a los que lo saben pero asumen el desafío de hacerlo mejor cada vez; a los que, insatisfechos con los resultados por considerarlos mediocres, no ceden a la tentación del abandono y no se rinden frente a la frustración.
No es, en cambio, propiedad de intelectuales, profesionales ni idóneos. No es de los que han editado libros, publicado artículos o llevado sus nombres a los medios masivos de comunicación o a la precaria popularidad que reina en los clubes de iniciados. No es de los que combaten la democratización de la expresión aquejados por el temor de que se les arrebate su parcela en el firmamento literario. No es de quienes creen que han sido instituidos con la autoridad para definir no ya lo que es buena o mala literatura sino lo que es literatura o lo que está fuera de ella.
En sentido amplio, la literatura es el arte –manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado– que emplea como medio de expresión una lengua. Entonces, la literatura está allí donde confluyen una mirada singular, una interpretación personal y una expresión lingüística.
¿Sera buena o será mala? Harina de otro costal. Las bateas de las librerías están sobrecargadas de libros que se venden como pan caliente y que es difícil inscribir en el espectro de la "buena" literatura tradicionalmente entendida. Por otra parte, creo que nadie que haya leído una considerable cantidad de autores discutiría la maestría de Beckett o de Joyce con el lenguaje y sus rupturas y, sin embargo, sus libros no forman parte de ninguna nómina de best sellers y, más aún, sus primeras publicaciones fueron criticadas sin benevolencia (y sin entendimiento claro de la obra que estaban construyendo).
Parecería que todo se circunscribe a una cuestión subjetiva. Me gusta. No me gusta. Es cierto que un mayor entrenamiento de la mirada provee nuevas perspectivas de apreciación reduciendo de manera significativa la sensación de "haberse quedado afuera". Pero esto no es excluyente porque aunque la mayor comprensión, en todo caso, incrementa el placer, no puede crear disposición a ese placer donde no la hay.
Pasando al tema territorial, es posible escribir un bello poema en un pizarrón (Alejandra Pizarnik lo hacía), en una servilleta de bar (miles de personas lo hacen con mayor o menor suerte), en un libro (algunos llegan hasta ahí atravesando tormentos editoriales) o en un blog (muchos están descubriendo que pueden hacerlo). Y, del mismo modo, todos estos soportes pueden dar albergue a gloriosas e intrascendentes cadenas de estupideces.
Lo que sí es seguro es que no hay arte sin intento. Sin el largo proceso de ensayo y error que nos lleva a la superación. Sin persistencia.
Muchos seres humanos se expresan sin saber que esa expresión encierra un arte. Esos son los inconscientes.
Otros, no nos resignamos a la búsqueda de que, alguna vez, lo que escribimos lo sea. Somos los laburantes.
Un puñado, en la historia de la humanidad, fue consciente de haberlo hecho y tuvo la certeza de una genialidad que la mayoría de las veces no le fue reconocida por sus contemporáneos. Esos son los grandes.
Y están también los que creen que cercando el terreno se convierten en artistas. ¿Esos? Esos son los idiotas.

1/01/2008

Haciendo pie

Después de haber andado
remontando corrientes,
después de haber corrido
tras fantasmas despiertos,
después de haber enfrentado
mi propio desencuentro,
estoy aquí,
casi en la orilla,
prendida de mí misma,
abrochada a mi alma,
haciendo pie.
Porque alguna vez
todo fue nada
y nada, todo,
hoy lo único que cuenta
es sentir
que el agua se lleva la arena
mientras yo sigo aquí
haciendo pie.