12/19/2008

Callejeros y la primera persona (continuación)

Desde la última semana de septiembre, cuando se anunció la salida a la venta de Callejeros en primera persona, se formularon muchas hipótesis acerca de las motivaciones que me impulsaron a escribir sobre un tema tan difícil y tan controversial como la tragedia de Cromañón.

En este tiempo, contesté todas las preguntas de la prensa. Estuve a disposición de radios, canales de televisión, medios gráficos y medios digitales sin eludir ninguna respuesta.

Durante varias semanas, mis casillas de correo electrónico se poblaron de mensajes de todo tipo. Desde la felicitación y el agradecimiento hasta la ofensa, el insulto y la amenaza. La mayoría de estos últimos pertenecían a personas que no habían leído el libro.

Además, circularon versiones de todo tipo acerca de una alambicada estrategia de prensa para vender el libro. Versiones absolutamente alejadas de la realidad.


A quienes pensaron que así era, he de aclararles que días después de que apareciera la placa negra publicada en el sitio oficial de Callejeros, me llegó una carta documento de seis de los integrantes del grupo convocándome a una mediación.


A partir de ese instante me llamé a silencio para facilitar el proceso al que había sido citada y que aún no concluyó.


Es difícil entender cuáles fueron las motivaciones que los impulsaron a iniciar una accion por daños y perjuicios. Sin embargo, analizando la situación desde la postura de ellos, y de todo lo que provoco el contenido del libro, que incluye los testimonios por ellos vertidos, es posible –desde mi punto de vista– esbozar la idea de que se formule algún pedido respecto a los testimonios, reiterando que ningún interés ni participación tuvieron el libro. En cuanto a otro tipo de reclamo económico, dado que la mediación todavía está en marcha, me es difícil imaginar cómo terminará y, por supuesto, está en manos de los abogados

Por cierto, las actitudes de varios de los actores involucrados en esta trágica historia no hacen más que confirmar los conceptos volcados en el libro acerca de nuestra dificultad para unirnos en el dolor, de la imposibilidad de salir del lugar de la confrontación, de la incapacidad para reconocernos en los ojos de nuestros semejantes.


Callejeros en primera persona
no es "el libro de Callejeros" ni "el libro que defiende a la banda" ni "el libro que ataca a los sobrevivientes" ni "el libro que está en contra de los padres de las víctimas".

Instalar la idea de una obra destinada a defender una posición por encima de otra va por completo contra la esencia y el espíritu de mis palabras. Y, por extensión, contra mi esencia y mi espíritu.


Callejeros en primera persona
nació como un intento de reflexionar sobre los motivos que llevaron a que se produjera una tragedia como la de Cromañón. Creció como un desafío personal de comprometerme, desde mi lugar de escritora, con la búsqueda de la verdad, una verdad sin dueños y sin exclusiones. Se concretó como una obra en la cual el lenguaje de la investigación se desliza dejando lugar a una expresión más visceral. Vio la luz en el centro de una disputa por el espacio mediático. Y hoy circula, sobre todo entre los jóvenes, como punto de partida para la construcción de una perspectiva diferente que permita aprender de la desgracia.

Hasta la fecha, Callejeros en primera persona es el único lugar en el que aparecen las voces de los músicos. Sus largas charlas conmigo, transcriptas en el libro respetando puntualmente lo dicho, son también parte de la historia de Cromañón. Una historia que sigue doliendo como el primer día.

12/12/2008

Recreo

de vez en cuando
dejo los demonios en libertad
salen a pasear
sin límites ni remordimientos
descarados
alcoholizados
ansiosos
y bailan una danza obscena
terrible y procaz
a mi alrededor
pero son míos
los conozco
los he liberado
los dejo en paz
para que me dejen en paz
y se lleven su soez
sentido de la justicia

consigo
aunque lo traigan de vuelta
cuando les digo
cada vez que les digo
que el recreo
ha terminado

12/10/2008

25 años

Hoy se cumplen 25 años del regreso a la democracia (suena raro decir "regreso a la democracia"). Podríamos discutir si el aniversario debe celebrarse hoy o, tal como sucedió, el 30 de octubre. Para dirimir la cuestión sin demasiado conflicto, yo creo que el regreso a la democracia se produjo cuando votamos y que se concretó cuando, finalmente, el doctor Raúl Alfonsín asumió la Presidencia de la Nación luego de una sucesión –que parecía interminable– de gobiernos militares y poniendo fin a la más sangrienta dictadura vivida en la Argentina.
Los argentinos solemos quejarnos de todo. Nos cuesta celebrar. Aun frente a logros del deporte nacional –que supuestamente no deberían despertar ningún conflicto– solemos encontrar la manera de ver "el pelo en el huevo". Mucho más cuando se trata de política. A veces, hasta podríamos decir que nos "quejamos de llenos".
En lo personal, el 10 de diciembre de 1983 yo no celebraba el triunfo del candidato que había votado. Pero sí celebré. Con el cuerpo y con el alma. Fue un festejo mucho más íntimo y, también, duradero.
Lo que yo celebraba era que mi hijo de meses y, por suerte, la que vino después, no tendrían que vivir callándose la boca. Celebré que terminaba el terror que había cercenado mi idealismo adolescente. Celebré que, bueno o malo, el Gobierno entrante tendría que rendir cuentas en las siguientes elecciones, sometiéndose a la ley del pueblo, que es la que nos permite expresar la conformidad o disconformidad con las acciones que llevaron a cabo nuestros representantes (porque, recordémoslo, son nada más ni nada menos que personas que ejercen temporariamente un cargo en representación de la ciudadanía entera, aun del segmento que no los votó).
Yo celebré el final de una situación para la que no había nombre y que nosotros los argentinos, tan ocurrentes, tuvimos que inventar: los desaparecidos. Yo celebré que mis hijos no tuvieran que volver un día a la escuela y encontrarse con que todo había cambiado. Celebré la clausura de una etapa de allanamientos sin orden (que yo viví en innumerables ocasiones en mi propia casa). Celebré el recuerdo de cánticos juveniles que habían quedado borrados por la amnesia que causa el terror. Celebré la finalización de las hogueras de libros, algunas de las cuales se llevaron toda la obra periodística de mi bisabuelo.
Por cierto, hace 25 años que voto y hace 25 años que no estoy orgullosa de ninguno de los gobiernos que hemos tenido (incluidos los que me hicieron fugaz "triunfadora"). Pero sí estoy orgullosa de haber sostenido, durante un cuarto de siglo, esta democracia que, con imperfecciones, con malos pasos, con errores y, muchas veces, sin demasiada transparencia, me permite en este preciso momento estar diciendo lo que pienso. Sin miedo y con la seguridad de que en las próximas elecciones volveré a tener la oportunidad de, con mi voto, decirle a la clase política lo que pienso de ella.