6/27/2007

Mi hermana extraña su jardín









Cada uno tiene sus historias. Así como la mía se relaciona con las palabras, la de mi hermana se relaciona con los colores y las imágenes. Como cualquier persona que dedica su vida al arte, ella sabe de perseverancia lindante con la testarudez, de caerse y volver a ponerse de pie, de explorar siempre nuevos caminos y de imponerse desafíos.
"Extraño mi jardín" es una instalación con más de 1000 flores realizadas en técnica mixta que ha sido seleccionada para el Salón Nacional de Artes Visuales 2007.
Nos vemos el jueves 28 en el Palais de Glace para disfrutar del jardín que ella extraña.

6/25/2007

Estados de agregación de la materia – Cuerpos, sólidos, líquidos y gases en la vida cotidiana

La química y la física clásicas definen la materia como todo aquello que ocupa un lugar en el espacio y posee masa, sea visible y asible como una vaca o un arbusto, o invisible e inasible como el aire. Del mismo modo, postulan que la materia se encuentra en tres estados –sólido, líquido y gaseoso– y que una porción limitada de materia es un cuerpo.
Básicamente, entonces, y en buen cristiano, hay cuerpos y hay sólidos, líquidos y gases diversos. Con la gente pasa lo mismo: hay cuerpos. Y hay sólidos, líquidos y gases. Y, al igual que lo que enuncian las ciencias duras, todos tienen propiedades particulares.
Cuerpos:
Son aquellas porciones de materia que ocupan un lugar en el espacio –mayor o menor según la masa y el volumen de cada individuo–, y que, por lo general, no pasan de ser un “cacho’e carne” más o menos modelada por horas de gimnasio y, en ocasiones, alguna que otra intervención quirúrgica. De tener una personalidad, cosa rara pero no imposible, sumarán a sus propiedades las del estado de la materia del que se trate pudiendo llegar a la máxima densidad soportable o a la volatilidad más difusa que se pueda imaginar.
Sólidos:
En su aspecto positivo, los sólidos son estables y cohesivos, independientes, fijos y firmes. Suelen actuar como sostén de otros sólidos y como continentes de los líquidos. Son resistentes a la contaminación en grados que dependen de su permeabilidad.
En su aspecto negativo, son rígidos, resistentes al cambio, poco adaptables y de movimientos lentos o inexistentes. Las presiones excesivas los agrietan, resquebrajan o quiebran pudiendo, según el grado de cristalización, llegar al estallido que los transforma en miles de pedacitos que mantienen las mismas características que cuando conformaban una sola pieza. La fricción y el roce constantes –con cualquier otro cuerpo o estado de la materia– los afectan en su estructura.
Gases:
En su aspecto positivo son expansivos, leves, cambiantes y sensibles a las características del entorno, sobre todo en lo que hace a cambios de temperatura y humedad.
En su aspecto negativo son invasivos, influenciables y se dispersan hasta perder entidad.
En contacto con otros, son los que más fácilmente se contaminan. Si se pretende limitarlos alcanzan grados de presión explosiva aunque toleran muy bien la compresión. Pueden llegar a pasar desapercibidos hasta que su grado de concentración es máximo y, tarde piaste, lo han invadido todo. Son incapaces de contener líquidos. Su fuerte inercia expansiva los mueve siempre hacia arriba.
Líquidos:
En su aspecto positivo son blandos, alegres, dinámicos, adaptables. Poco resistentes al cambio, siempre buscan un cauce o continente que los limite y les provea una forma que copiarán a la perfección.
En su aspecto negativo son débiles y dependientes, sobre todo del sólido que los contiene y sobre el cual, a la larga, tienen un fuerte efecto erosivo, tanto por fricción como por simple contacto.
Absorben gases enriqueciéndose o contaminándose de manera indistinta pero por poco tiempo dado su poder autopurificador.
Tienen una gran capacidad para llegar a lugares recónditos por filtración. No les cuesta descender hasta encontrar un nivel estable pero sí encuentran dificultades para ascender, aunque lo logran de manera lenta y, generalmente, por impregnación.
Resisten bien presiones medias. Altas, sólo si encuentran un camino de escape que tanto puede ser por goteo como por impregnación.
Agregan volumen a los sólidos con cierto poder de absorción y producen fuertes desgastes en aquellos menos permeables.
Nota aclaratoria:
Con el correr del tiempo y sobre todo durante el siglo XX, se distinguieron también otros estados de agregación complejos, sólo observables en laboratorio bajo condiciones específicas de presión y temperatura, como el condensado de Bose–Einstein, el fluido supercrítico, el coloide, la superfluidez, el supersólido, el neutronio, la materia fuertemente simétrica, la materia débilmente simétrica, el condensado fermiónico, el plasma quark-gluón, la materia extraña y la materia degenerada; algunos de los cuales se prestan al chiste fácil pero inevitable porque ¿quién no puede identificar a alguien conocido con un supersólido, un fluido supercrítico o una materia degenerada? Sin embargo, dado que las características de estos últimos estados de agregación de la materia identificados sólo se presentan en condiciones extremas, dejaremos su análisis para el momento en que las investigaciones hayan avanzado lo suficiente como para hacer inferencias abarcadoras.

6/16/2007

Vivir de las palabras

La decisión de vivir de las palabras no fue fácil, aún no lo es y no tengo seguridad de que algún día lo sea. Sólo esperanza y fe, que son dos cosas bien distintas, y la jubilosa convicción de que no tenía más remedio.
A tal punto fue difícil que puedo identificar cuatro etapas bien diferenciadas. La primera, la de la protoescritura, se extendió por años e incluyó una intensa formación. Empezó como un juego para el que uno descubre que es hábil y entonces ejercita sin descanso, siempre tratando de correr el límite, de inventar un nuevo desafío. Fue una época de poesías –no poemas, poesías– Prilutzky Farny y relatos Poldy Bird –de vez en cuando tengo una recaída–, diarios fallidos –la constancia me aburre–, y palabras clandestinas y privadas casi siempre dirigidas a alguien. Tragedias expuestas. Diálogos con la pared. Cartas no enviadas. Preguntas sin respuesta y respuestas a preguntas no realizadas. En esa época hice el primer taller literario “en serio” y comencé la tercera y definitivamente inconclusa carrera universitaria.
La segunda etapa, oscilando entre la iluminación y el sí pero no, tuvo que ver con el descubrimiento de que tanto mi maestro de taller literario como la facultad se habían transformado en un lastre. El primero, porque me quería a su imagen y semejanza para alimento de su ego fagocitador de admiradores. La segunda, venerable institución académica, porque a su manera, también me imponía un corsé que yo me negaba a vestir: el de la crítica literaria. Avivada de que mis tics de mejor alumna no me llevarían por la ruta que yo eligiera, renuncié a ambas propuestas. El sí pero no se enlazaba con la exploración de caminos nuevos, incómodos y siempre inciertos relacionados con la publicidad de la producción literaria. Quiero pero no quiero. Te lo muestro pero no pienses que soy yo. Soy genial. Soy una burra. Soy intrascendente. Sirvo para esto o no sirvo para nada. Argumentos que no servían como convicción motora sino como planteo extremista útil para la parálisis.
La tercera instancia, pasaje de ida a la trampera, provino de un hallazgo: mi aptitud para la ventriloquía literaria. Entonces mis palabras encontraron un destino de muñecos de madera encarnados por narradores afónicos, ensayistas tartamudos, políticos sin calificación y oyentes y lectores proclives a caer en la fascinación facilonga. Escondida tras los hilos, como titiritera, me sentía protegida. Escudada en la penumbra, susurraba en oídos sedientos palabras que jamás me hubiese atrevido a suscribir. Amparada en ese doble juego de ser pública sin serlo, ser édita sin firmarlo, ser “imprescindible” para unos pocos, ser conocida entre los iniciados, pagaba la efímera satisfacción con lo más valioso que tenía: mi propia voz.
Y sobrevino la, por el momento, última etapa –sin nombre aún– a la que ingresé después de un largo período de silencio y oscuridad. He salido victoriosa de una pelea personal y estúpida de la verdad contra la mentira. De a poco, con la timidez que me caracteriza, le voy poniendo palabras a mi música. Navegando sin prejuicios entre la realidad y la ficción. Haciendo de una otra. Mostrando mi carne que parece un traje y un traje con la forma de mi carne. Hablando de mí sin nombrarme y nombrándome sin hablar de mí. Yo, otra, otros. Yo. Nunca y siempre. Yo.

6/15/2007

Renacer

Salir despacio.
Recuperar la luz.
Llenar de música los días.
Beber sin prisa.
Sentir la vida en cada célula,
que se cuela con fuerza,
presiona la escritura
de los huesos,
empuja la sangre.
Salir despacio.
Hecha torrente.
Hecha cauce.
Hecha bocanada feroz
que no claudica.
Que deja atrás el barro
y florece.

Y vuela.

6/13/2007

En el día del escritor

Así como un hijo transforma a una mujer en madre y a un hombre en padre, los libros editados transforman a una persona en escritor. El proceso es el mismo: se necesitan amor, fecundidad, gestación, nacimiento y crianza.
Y se necesitan todas esas cosas.
Amor porque sin él no hay determinación ni objetivo; no hay proyecto ni responsabilidad. Sólo biología y azar. El amor es raíz y ala, condición primera para todo.
Fecundidad porque el terreno fértil imprescindible para que tenga lugar el acto creativo.
Gestación, porque es un proceso que implica paciencia, dedicación y entrega para comprender que las cosas ocurren cuando tienen que ocurrir y que toda celebración es precedida por un tiempo de espera tanto o más importante que el acontecimiento mismo del festejo.
Nacimiento, porque hay un momento para parir, indefectiblemente, más allá de los deseos, la oportunidad o la conveniencia; y ese momento es impostergable.
Crianza, porque sólo sabe uno cuánta dedicación requiere ver al retoño convertido en adulto o en libro para que, en ambos casos, se independice de nosotros y recorra su propio camino.
Yo, que me hice madre con mis hijos, que he practicado con las palabras desde muy chica, que he garabateado papeles de manera clandestina y apasionada, que he recibido venerables, reputados y numerosos premios por muchas de mis páginas, aún espero el libro que me haga, por fin, escritora.
Un abrazo a todos mis amigos escritores.

Dos preguntas:
1. ¿Un diccionario es un libro?
2. ¿Amigos escritores, escritores amigos o amigos a secas?

Memorias del Fantasma: La invención de la realidad VII Balance y memoria

Luego de todas las peripecias habidas y por haber generadas por la renuencia de la Junta Nacional Electoral a aprobar las boletas que debían estar en el cuarto oscuro de cada mesa de toda la Nación, finalmente, habíamos llegado a los últimos días antes del comicio con el siguiente balance:
Una nueva pareja formada por el jefe de campaña y la candidata joven y bonita.
Una candidata “camionera” que había resistido como tal los embates del “langa”.
Un “langa” que había sido puesto en caja por la que, aunque por poco tiempo más, todavía era su esposa.
Un amontonamiento deforme de mascarones de proa que ya estaban pensando en nuevas alianzas y rejuntes, visto que se habían resignado los cargos legislativos de la Ciudad de Buenos Aires.
Un ex integrante del Poder Judicial que estaba dispuesto a repartir un pedazo de la torta.
Un candidato principal obeso –lo mío no es hambre, es ansiedad– casi tuerto a manos de su sacrosanta esposa y carcelera.
Un candidato iguana que se quedó con la mejor parte del asado y, por las dudas, lo escupió para que a nadie más se le ocurriera probarlo.
Una banda de sociólogos, psicólogos y creativos casi desempleados y sin invitación para los festejos postelectorales en un conocido hotel céntrico.
Un envido perdido y un truco no querido, muy lejos del uno por uno es negocio.
El saldo personal para mí fue que el día de las elecciones, cuando me metí en el cuarto oscuro, supe que algo de mi candidez democrática se había perdido para siempre. Me tomé mi tiempo, miré una por una las boletas mientras imaginaba las alternativas que todos habrían tenido que atravesar para que esos papelitos estuviesen apilados sobre las mesas. Supuse otras nuevas parejas, otras mujeres sisebutas, otros candidatos paranoicos, babosos o ventajeros. Di por sentado que tras todas esas listas se escondía la misma ausencia de ideas, de debates, de propuestas. Hasta que me golpearon la puerta. Entonces busqué en mi cartera un pedazo de hoja de cuaderno cuadriculado, de uno de esos en los que me había pasado meses anotando sandeces sobre el que garabateé un “yo sé que todos mienten” bien grande. Luego lo doblé, lo puse en el sobre y, sin volver la vista atrás, salí del aula.

6/10/2007

Memorias del fantasma: La invención de la realidad VI De gurú a cuatro de copas

Faltando unas pocas semanas para las elecciones, cada vez se me complicaba más ser un fantasma. Un poco era porque, con la multiplicación de las apariciones públicas de los candidatos, yo vivía a un ritmo enloquecedor, tratando de no perderme entre las nubes de periodistas, fotógrafos y camarógrafos que, además, no debían advertirme; sin olvidar el ejército de guardaespaldas que estaba al servicio de los peces gordos y sus allegados, entre los que, ¡oh, dioses del Olimpo!, tenía el honor de contarme. El otro poco, que en realidad era mucho, se debió a que, seguramente por cuestiones de fragilidad emocional que no me corresponde analizar, los políticos me habían adoptado como una suerte de consejera integral en cuestiones de la índole más variada. Aunque, si lo pienso bien, esa elección tuvo que ver también con mi capacidad innata de hacer de cuenta que escucho con atención mientras en realidad estoy pensando en lo que voy a cocinar cuando llegue a casa. Lo cierto es que, haya sido por lo que haya sido, mi lugar de escribiente silenciosa se tornó en el de casi indispensable gurú que recibía consultas sobre vestimentas, cortes de cabello, lugares discretos para un “almuerzo de trabajo”, estado de las rutas, cronogramas de filmación y grabación, colores de bases de maquillaje y, debido al aumento inocultable del ya prominente abdomen del principal candidato, opciones de dietas, programas de ejercicios e implementación de trucos para que en las tomas fotográficas y entrevistas la considerable busarda no ocupase el primer plano.
Sin embargo, una importante alianza preelectoral de último momento requirió de mi vieja costumbre de observar y anotar en las reuniones, cosa que me provocó alguna satisfacción porque me permitía eludir el estado de excitación que todos padecían en ese momento.
Reunidos en la sede del partido que había manifestado su voluntad de sumarse a “Todos para adelante”, los líderes de ambos movimientos, algunos consultores de los entornos más próximos, los jefes de campaña y yo, cuaderno y lápiz en mano, comenzamos con el encuentro en el cual se pactaría la distribución de los cargos. Como de costumbre, no fui presentada a los convocantes y, desde mi rincón, me apliqué a la tarea de relevamiento de rostros y palabras. Si nuestro jefe de campaña era mitad jefe de campaña y mitad adolescente enamorado de la bonita candidata joven, el jefe de campaña del otro partido era un cuarto de jefe de campaña y tres cuartos de tinto en damajuana. El rostro hinchado, los ojos enrojecidos, el infernal aliento etílico y su hablar empastado no dejaban lugar a dudas acerca de la afición al trago de quien había sido introducido como el máximo referente a la hora de las decisiones. El líder de esa agrupación, cuyo lugarteniente y cuñado tenía un indudable aspecto de gremialista, era un hombre blancuzco y con aspecto frágil; de mirada perdida y piel escamosa, transmitía menos calidez que un reptil.
El líder de “Todos para adelante”, por su parte, parecía haber entrado en un estado de deseperación al advertir que sobre la mesa no había nada que pudiera engullir para calmar su permanente angustia oral.
Llevaba yo unos minutos escribiendo mis impresiones cuando comenzaron a tratarse las cuestiones relativas a la repartija de cargos y la negociación se tornó áspera. En un tardío ataque de lucidez, el hombre iguana advirtió mi presencia:
–¿Quién es ella?, –dijo mirándome con sus ojos fríos, –¿Y qué está anotando? ¡Que no anote más! ¡Esto es inconcebible!
Una vez más, los rasgos paranoides de la clase política se ponían de manifiesto. Los “Todos para adelante” cruzamos miradas y, comprendiendo que la reunión no continuaría si yo persistía en tomar notas, guardé la lapicera en mi bolso y me dispuse a seguir escuchando y, esta vez, memorizando.
El jefe de campaña enamorado intentó una respuesta aplacatoria:
–La señora es…
Pero el jefe de campaña etílico lo interrumpió con un balbuceo que quiso ser tajante:
–Es un cuatro de copas. Y nosotros no hablamos con… ni para… ningún cuatro de copas.
No necesité apelar a ningún profundo conocimiento del juego de truco para darme cuenta de que el mentado cuatro inservible era yo. Tampoco fue difícil comprender que estaba rodeada de anchos falsos capaces de gritar quiero vale cuatro sólo para hacer arrugar al contrincante.
Meter presión fue la estrategia elegida por el reptil. Sus condiciones para sumarse a “Todos para adelante” fueron más que claras: resignaría los cargos electivos nacionales para conservar solamente los de la Capital. Cambiaba un máximo de cuatro diputados por el nada despreciable número de diez legisladores de la ciudad. En ese partido sin cartas bravas, el envido sería, al parecer, la mano ganadora. Y cuando en candidato iguana, de puro macho, cantó treinta el candidato ansioso, de puro cagón, en vez de echarle la falta se guardó sus veinticuatro sin decir palabra.