A raíz de un malentendido sin importancia que tuvo lugar en un intercambio de correos electrónicos hace unos días, recordé –una vez más– mis épocas de estudiante de la carrera de Letras de la UBA. Aula Magna de Puán poblada de casi trescientas almas, muchas de las cuales aún no habían comprendido la Gramática de la benemérita Ofelia Kovaci, aplicadas a la comprensión de la Lingüística, que no podrían probar frente a mesa examinadora hasta no haber garantizado de igual manera la impregnación en los contenidos brindados por las huestes kovacianas. Profesor titular, señor gordito y rubicundo parecido a un Winnie the Pooh pornográfico, en eterno traje, corbata e impermeable, derramando conocimientos sobre pragmática y sudor a chorros, lanza al auditorio las siguientes palabras:
–¿Usted se masturba?
Los amodorrados por el interminable teórico-práctico obligatorio se despabilan. Algunos de los despiertos ahogan risitas nerviosas. Otros, sin salir del asombro, se ruborizan. La mayoría, incómoda con la pregunta, incrusta la vista en sus cuadernos de apuntes mientras Winnie repite la pregunta al tiempo que escribe en el pizarrón una respuesta que todos leemos de reojo: "Yo... yo estoy haciendo la colimba", para estallar en carcajadas un instante después.
Resultado: Pooh se mete en el bolsillo a las trescientas almas presentes por el resto de la clase y comienza a explicar la teoría comunicacional de Grice –inglés, filósofo del lenguaje– que simplificaré a continuación.
Máximas de Grice o principio cooperativo de la comunicación
1. Máxima de cantidad
Sea todo lo informativo que el intercambio requiera.
No sea más informativo de lo que el intercambio requiera.
2. Máxima de calidad
No diga lo que crea que es falso.
No diga nada de lo que no tenga pruebas.
3. Máxima de relevancia
Vaya al grano.
4. Máxima de modo
Evite la oscuridad.
Evite la ambigüedad.
Sea escueto.
Sea ordenado.
Hasta acá, el gringo tuvo una lógica irreprochable. Sin embargo, basta prestar un cachito de atención a lo que se dice y se escucha como para concluir en que si algo valida estas máximas es nuestra constante manía de violarlas. Así, la pregunta del profesor Winnie respondida desde el principio cooperativo de la comunicación sólo hubiera admitido un sí o un no. Pero el muchachito interrogado, probablemente víctima del pudor frente a una pregunta sobre su intimidad, transgredió al menos tres de las cuatro máximas. A saber: la de cantidad porque dio más información de la requerida; la de relevancia, porque brindó información no pertinente; y la de modo porque fue ambiguo y oscuro. En cambio, es imposible determinar si respetó la máxima de calidad aunque es de suponer que, por el tenor de la información provista, su respuesta era verdadera.
Grice imaginó un esquema que podría calificarse como "límpido". E impracticable.
¿Qué sería de nosotros sin la ambigüedad, la ironía, el sarcasmo, la doble intención o la picardía? ¿Cómo hacer un chiste o entablar una charla poblada de complicidades, elisiones, presupuestos? ¿Cómo seducir prescindiendo de los juegos verbales, de los significados implícitos? ¿Cómo mantener cierta elegancia en el decir cuando, habiendo perdido los estribos, nos vemos obligados a guardar mínimas reglas de urbanidad?
En todo caso, podríamos pensar que la comunicación, como hecho cotidiano, empírica, se produce gracias a la permanente transgresión de las bienintencionadas máximas de Paul Grice.
Por cierto, el diálogo invocado por mi profesor era verídico. Había tenido lugar en el programa "Cable a tierra" que conducía Pepe Eliaschev. Y sí, en aquellas épocas lejanas yo ya era una estudiante tardía.
–¿Usted se masturba?
Los amodorrados por el interminable teórico-práctico obligatorio se despabilan. Algunos de los despiertos ahogan risitas nerviosas. Otros, sin salir del asombro, se ruborizan. La mayoría, incómoda con la pregunta, incrusta la vista en sus cuadernos de apuntes mientras Winnie repite la pregunta al tiempo que escribe en el pizarrón una respuesta que todos leemos de reojo: "Yo... yo estoy haciendo la colimba", para estallar en carcajadas un instante después.
Resultado: Pooh se mete en el bolsillo a las trescientas almas presentes por el resto de la clase y comienza a explicar la teoría comunicacional de Grice –inglés, filósofo del lenguaje– que simplificaré a continuación.
Máximas de Grice o principio cooperativo de la comunicación
1. Máxima de cantidad
Sea todo lo informativo que el intercambio requiera.
No sea más informativo de lo que el intercambio requiera.
2. Máxima de calidad
No diga lo que crea que es falso.
No diga nada de lo que no tenga pruebas.
3. Máxima de relevancia
Vaya al grano.
4. Máxima de modo
Evite la oscuridad.
Evite la ambigüedad.
Sea escueto.
Sea ordenado.
Hasta acá, el gringo tuvo una lógica irreprochable. Sin embargo, basta prestar un cachito de atención a lo que se dice y se escucha como para concluir en que si algo valida estas máximas es nuestra constante manía de violarlas. Así, la pregunta del profesor Winnie respondida desde el principio cooperativo de la comunicación sólo hubiera admitido un sí o un no. Pero el muchachito interrogado, probablemente víctima del pudor frente a una pregunta sobre su intimidad, transgredió al menos tres de las cuatro máximas. A saber: la de cantidad porque dio más información de la requerida; la de relevancia, porque brindó información no pertinente; y la de modo porque fue ambiguo y oscuro. En cambio, es imposible determinar si respetó la máxima de calidad aunque es de suponer que, por el tenor de la información provista, su respuesta era verdadera.
Grice imaginó un esquema que podría calificarse como "límpido". E impracticable.
¿Qué sería de nosotros sin la ambigüedad, la ironía, el sarcasmo, la doble intención o la picardía? ¿Cómo hacer un chiste o entablar una charla poblada de complicidades, elisiones, presupuestos? ¿Cómo seducir prescindiendo de los juegos verbales, de los significados implícitos? ¿Cómo mantener cierta elegancia en el decir cuando, habiendo perdido los estribos, nos vemos obligados a guardar mínimas reglas de urbanidad?
En todo caso, podríamos pensar que la comunicación, como hecho cotidiano, empírica, se produce gracias a la permanente transgresión de las bienintencionadas máximas de Paul Grice.
Por cierto, el diálogo invocado por mi profesor era verídico. Había tenido lugar en el programa "Cable a tierra" que conducía Pepe Eliaschev. Y sí, en aquellas épocas lejanas yo ya era una estudiante tardía.
2 comentarios:
qué buena historia has traido Laura, nos colocas en los difíciles terrenos limítrofes de la asertividad, la honestidad y la simpatía. Muchas veces nos comunicamos con una carencia absoluta de sentido del humor, de doble sentido o, de otro modo, con excesiva ambiguedad y falta de claridad. Me parece que lo primero, convinado ajustadamente con lo segundo es lo que seduce.
un kiss
chris
Laura,
Sí.
Saludos,
Ric.
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