Hoy, después casi tres meses de permanencia en la Argentina, Carly Stingl regresa a Madison, Wisconsin.
Carly es estudiante del último año de la carrera de periodismo en la Universidad de Wisconsin, y durante este tiempo, colaboró con el área de contenidos de Vivir en Argentina.
Como responsable del sector, tuve a mi cargo la orientación de Carly, cuyo objetivo era mejorar el dominio del español escrito.
Sin embargo, una tarea que podría pensarse meramente como una supervisión, se transformó en un desafío que, visto desde el presente, fue muy enriquecedor tanto en el plano laboral como en el personal.
Dede el punto de vista del trabajo, quienes hacemos Vivir en Argentina nos esforzamos para ofrecer a los extranjeros información ajustada y objetiva sobre nuestro país. Para eso, la mirada de una persona inquieta, curiosa y entusiasta como Carly es invalorable porque nos ayuda a comprender cuáles son los intereses y las necesidades de quienes visitan Argentina.
Desde el punto de vista personal, cada charla que tuve con ella, tanto fuese sobre los temas que le tocó abordar o sobre cuestiones puramente gramaticales o estilísticas, como cuando hablamos acerca de la problemática y la idiosincracia del país, me obligó a pensarme como argentina, a revisar el pasado y el presente, y a brindarle respuestas consistentes a preguntas tan simples –y tan complejas– como “¿Por qué en la Argentina el voto es obligatorio?” o “¿Podrías explicarme el conflicto entre el campo y el Gobierno?” u otras más relacionadas con la vida cotidiana como “¿Es que aquí todos los hombres juegan al fútbol?”.
Algunas cuestiones fueron bastante divertidas. Por ejemplo, dado que Carly es vegetariana desde hace cinco años, su inserción en un contexto en el cual la carne no sólo es un alimento sino que detenta la categoría de orgullo nacional no fue fácil.
Con un estilo inusualmente abierto y sin preconceptos, Carly se lanzó a la conquista de esta ciudad caótica y superpoblada, muy distinta a su habitual lugar de residencia. Caminó Buenos Aires de punta a punta. Curioseó librerías y cafés. Hizo entrevistas callejeras. Rechazó piropos de típicos “machos argentinos”. Y hasta obtuvo su DiscoCard para sentirse “local” y evitar que su condición de extranjera la expusiese al frecuente abuso de los sobreprecios.
Durante su última semana en Buenos Aires, nuestras conversaciones giraron sobre la despedida y sobre su futuro. Hablamos sobre la posibilidad de que escribir ocupase mucho más tiempo y espacio en su vida. Al día siguiente me invitó a ver su blog.
También charlamos sobre sus ganas de volver. Le pregunté por qué no pensar en hacer aquí sus estudios de posgrado. Me miró sorprendida. Le parecía que su nivel de español no se lo permitiría, que no estaba preparada para el desafío. Investigamos un poco –¡bendita internet!– y descubrió, con cierta decepción, que sólo se aceptaban veinticinco alumnos por año.
–¡Son muy pocas plazas! ¿Cómo voy a hacer para ingresar?, me dijo.
La alenté a que lo intentara. Ayer mismo tuvo una entrevista en “La Nación” y algo que le parecía inalcanzable se transformó en una posibilidad cierta y atractiva. Estaba feliz. Yo también.
Probablemente, Carly siga colaborando con nosotros desde los Estados Unidos. Los artículos que escribió hasta hoy acerca de nuestro país y, sobre todo, de la Ciudad de Buenos Aires, muestran su entusiasmo y su pasión por el periodismo.
Carly es estudiante del último año de la carrera de periodismo en la Universidad de Wisconsin, y durante este tiempo, colaboró con el área de contenidos de Vivir en Argentina.
Como responsable del sector, tuve a mi cargo la orientación de Carly, cuyo objetivo era mejorar el dominio del español escrito.
Sin embargo, una tarea que podría pensarse meramente como una supervisión, se transformó en un desafío que, visto desde el presente, fue muy enriquecedor tanto en el plano laboral como en el personal.
Dede el punto de vista del trabajo, quienes hacemos Vivir en Argentina nos esforzamos para ofrecer a los extranjeros información ajustada y objetiva sobre nuestro país. Para eso, la mirada de una persona inquieta, curiosa y entusiasta como Carly es invalorable porque nos ayuda a comprender cuáles son los intereses y las necesidades de quienes visitan Argentina.
Desde el punto de vista personal, cada charla que tuve con ella, tanto fuese sobre los temas que le tocó abordar o sobre cuestiones puramente gramaticales o estilísticas, como cuando hablamos acerca de la problemática y la idiosincracia del país, me obligó a pensarme como argentina, a revisar el pasado y el presente, y a brindarle respuestas consistentes a preguntas tan simples –y tan complejas– como “¿Por qué en la Argentina el voto es obligatorio?” o “¿Podrías explicarme el conflicto entre el campo y el Gobierno?” u otras más relacionadas con la vida cotidiana como “¿Es que aquí todos los hombres juegan al fútbol?”.
Algunas cuestiones fueron bastante divertidas. Por ejemplo, dado que Carly es vegetariana desde hace cinco años, su inserción en un contexto en el cual la carne no sólo es un alimento sino que detenta la categoría de orgullo nacional no fue fácil.
Con un estilo inusualmente abierto y sin preconceptos, Carly se lanzó a la conquista de esta ciudad caótica y superpoblada, muy distinta a su habitual lugar de residencia. Caminó Buenos Aires de punta a punta. Curioseó librerías y cafés. Hizo entrevistas callejeras. Rechazó piropos de típicos “machos argentinos”. Y hasta obtuvo su DiscoCard para sentirse “local” y evitar que su condición de extranjera la expusiese al frecuente abuso de los sobreprecios.
Durante su última semana en Buenos Aires, nuestras conversaciones giraron sobre la despedida y sobre su futuro. Hablamos sobre la posibilidad de que escribir ocupase mucho más tiempo y espacio en su vida. Al día siguiente me invitó a ver su blog.
También charlamos sobre sus ganas de volver. Le pregunté por qué no pensar en hacer aquí sus estudios de posgrado. Me miró sorprendida. Le parecía que su nivel de español no se lo permitiría, que no estaba preparada para el desafío. Investigamos un poco –¡bendita internet!– y descubrió, con cierta decepción, que sólo se aceptaban veinticinco alumnos por año.
–¡Son muy pocas plazas! ¿Cómo voy a hacer para ingresar?, me dijo.
La alenté a que lo intentara. Ayer mismo tuvo una entrevista en “La Nación” y algo que le parecía inalcanzable se transformó en una posibilidad cierta y atractiva. Estaba feliz. Yo también.
Probablemente, Carly siga colaborando con nosotros desde los Estados Unidos. Los artículos que escribió hasta hoy acerca de nuestro país y, sobre todo, de la Ciudad de Buenos Aires, muestran su entusiasmo y su pasión por el periodismo.
2 comentarios:
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http://periodistingl.blogspot.com/2008/08/my-experience-in-argentina-through-eyes.html
Gracias, Laura por tus palabras. Sos realmente una inspiración.
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