La Real Academia Española es el órgano que, a partir de un análisis de los usos de la lengua, incorpora oficialmente las palabras al corpus del idioma español. Es decir, registra la conducta de la masa hablante y la sistematiza por la vía de una normativa. Su único poder reside en "inventariar" el patrimonio de todos y que todos contribuimos a enriquecer.
Tengo la sensación de que algo parecido ocurre –y si no ocurre, debería ocurrir– con la legislación.
Mucho se ha hablado en estos días sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo.
En el pasado, las permanentes y repetidas uniones entre dos personas, que entonces se acostumbraba fueran de distinto sexo, dieron origen a la sistematización de ese acto en una norma. Así nació el concepto de "matrimonio".
Tiempo después, algunas de esas uniones se disolvían y como no había manera de romper el contrato matrimonial, el sistema jurídico tuvo que incorporar la figura del divorcio, el mecanismo por el cual se da por terminado dicho contrato.
Resulta que en la actualidad se ha instituido un uso, que no es nuevo pero que ahora es más visible: la unión de personas del mismo sexo. Con lo cual, una vez más, nos vemos frente a la necesidad de escribir la ley que corresponda a ese acto repetido.
Es así de simple: un nuevo uso que se ha generalizado reclama una nueva norma. Dictarla es proteger a los ciudadanos, reconocer el concepto de igualdad ante la ley, honrar las libertades individuales y garantizar que nuevos usos traerán nuevas normas que abarcarán no un sesgo, no una porción, sino el espectro completo de la realidad.
Los mismos sectores que se resistían al divorcio, por considerar que sería la muerte del matrimonio o porque defendían la idea de que la unión debía ser "hasta que la muerte nos separe", son los que hoy se resisten a que este uso generalizado esté contemplado en una norma.
Más tarde o más temprano perderán la batalla. Porque, al igual que sucede con las palabras, cuando un uso se generaliza, no hay academia, cámara ni institución que tenga el poder y la fuerza para arrancarlo de la sociedad.
Yo estoy de acuerdo con el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y, aunque sería tema de otra reflexión, quiero aclarar que también estoy de acuerdo en que la ley incluya la posibilidad de adopción.
Por cierto, la Real Academia Española –cuyo escudo reza "Limpia, fija y da esplendor"– no sólo ha debido incluir en su sacrosanto diccionario la palabra "gay", también ha enmendado el artículo ampliando la definición.
1 comentario:
Laura: La Real Academia actualiza la normativa en función de la conducta de la masa hablante pero las leyes republicanas recogen no sólo los cambios en los comportamiento sino las conclusiones de la discusión social acerca de ellos. No alcanza, en ese caso, con que una conducta sea habitual para convertirse en algo legalmente consentido. Se requiere, además, que la comunidad opine sobre ello y decida plasmar el consenso logrado en una norma.
El matrimonio entre personas del mismo sexo se ha convertido en una práctica más habitual que hace un par de décadas pero creo que no toda la sociedad comprende y juzga ese fenómeno de la misma manera.
Más allá de mi propia opinión sobre el particular, creo que el debate requiere todavía un tiempo. Los sectores que están en contra de la nueva norma sobre el matrimonio "más tarde o más temprano perderán la batalla". Pero es bueno que los que la ganen tengan el respaldo sólido de una sociedad que la ha comprendido y aceptado.
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