Ayer tuvieron lugar las elecciones en la provincia de Santa Fe, un distrito que se encuentra entre los cinco más relevantes a nivel del padrón nacional.
Aquí, unas reflexiones post-comicios:
• El socialismo retuvo la gobernación. Dicho esto, sus dirigentes deberán ponerse a pensar por qué ganaron de una manera tan agónica y por qué será la primera vez en la historia provincial que el Poder Legislativo esté conformado por una mayoría opositora.
• La ajustada victoria de Horacio Bonfatti no es un buen augurio para las aspiraciones presidenciales de Hermes Binner, a quien se le dificulta alcanzar buenos niveles de conocimiento a nivel nacional. Por supuesto, una elección brillante en su provincia lo hubiese ayudado para capitalizar gestión e intensificar su presencia en los medios masivos. Este resultado, en cambio, lo obliga a un esfuerzo publicitario y de recorrida territorial mucho mayor, además de que siembra dudas sobre su éxito en la transformación de la provincia.
• Miguel Torres del Sel sorprendió a más de un desprevenido. Como un alumno aplicado, transmitió a la perfección el mensaje light del macrismo. En todo momento mostró su ignorancia política como un trofeo, en contraposición con cierto sesgo soberbio del kirchnerismo y con la ausencia de emoción del oficialismo santafesino. Además, se dirigió específica y repetidamente al sector agropecuario, muy fuerte en la provincia, que aún recuerda la confrontación con el FPV por la Resolución 125 y la tibia posición de Binner en dicho conflicto.
• Agustín Rossi marchó decidido hacia la segura inmolación. Sin el apoyo presidencial, que desaparece ante el más mínimo síntoma de derrota, remó y remó contra los rasgos del oficialismo de los que buena parte de la sociedad parece estar harta: la soberbia y el autoritarismo. No pudo, sin embargo, evitar la confrontación con Binner –llamándolo canalla e hipócrita– cuando el gobernador se refirió a las palabras de CFK durante la visita "de apoyo" a su candidato. Un párrafo aparte merece la actitud del "Chivo" de salir a reconocer la derrota y felicitar a sus contendientes. Sin lugar a dudas, ese gesto lo despegó mucho más de Cristina que el haber asumido la responsabilidad por los magros resultados.
• Si bien no estaba entre los candidatos, Carlos Reutemann tuvo un rol importante en la elección. Al lacónico dirigente le bastaron cuatro palabras –"Soy peronista, no kirchnerista"– para eliminar cualquier especulación sobre el lugar del peronismo en la provincia. Recordemos por un momento cuál fue la razón que esgrimió Reutemann a la hora de abandonar la mesa del Peronismo Federal: el peronismo santafesino le reclamaba presencia y trabajo en la construcción territorial. Los efectos de la frase del exautomovilista en el resultado a favor del cómico devenido político dejan bien en claro que, en silencio, Reutemann hizo su tarea.
• Por último, pero no por eso menos importante, una reflexión sobre las preferencias de una parte significativa del electorado a la hora de votar. Lo que en la década pasada se dio en llamar "farandulización de la política" parece tener por estos días un nuevo despertar.
Mauricio Macri ha tenido desde siempre una fuerte presencia en las revistas de actualidad. Gente, Caras y Hola le han dedicado más páginas que cualquier medio especializado en política. Así hemos visto sus romances, separaciones, bodas, vacaciones, picados de fútbol, etc.
Gracias a su actividad como cómico, Miguel del Sel también nos ha mostrado segmentos de su vida en fotos a color impresas sobre papel ilustración acompañadas por entrevistas banales que tuvieron, en el mejor de los casos, un par de semanas de vigencia.
La historia –y el presente– marca que la farándula argentina consigue su éxito a fuerza de ejercitar ciertos rasgos de mediocridad como la "graciosa" ignorancia de Susana Giménez o el carácter de "pibe de barrio" de Marcelo Tinelli. Para buena parte de los argentinos, ellos son la prueba de que "cualquiera puede ocupar un lugar de privilegio" y alimentan un aspiracional falso y pobre. Falso porque Susana y Marcelo llegaron al lugar en el que están por su inteligencia y no por creer que los dinosaurios estaban vivos o por meterse dos alfajores enteros en la boca. Creo que no hace falta decir por qué es pobre.
Además, estas características de hombres y mujeres exitosas en los medios de comunicación, en muchos casos se hacen extensivas al ámbito político, tal como sucedió con Palito Ortega, el propio Reutemann y Daniel Scioli, por sólo mencionar a algunos de los "famosos" que se pasaron a las filas de la política en la hoy considerada infame década menemista. En un esfuerzo por recuperar algo de aquella "alegría", Miguel del Sel se sumó a este colectivo hace unos meses. Y el electorado respondió con la misma lógica de siempre: brindándole su confianza a alguien que, para dedicarse a la política, es capaz de abandonar un lugar exitoso y que le proveyó una vida económicamente holgada.
No es cuestión de emprenderla contra las preferencias del electorado porque de ese pensamiento a la idea de voto calificado hay un trecho muy corto. Los votos del "asco" no valen menos que los demás.
Las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires y en la provincia de Santa Fe no han sido el triunfo de la ignorancia sobre la ilustración. Hay algo que la sociedad está rechazando con fuerza. Será cuestión de preguntarse seriamente qué quiere ese electorado, a quién elige delegarle la responsabilidad de la conducción y por qué. La respuesta fácil es "porque son idiotas". Ojalá los perdedores se animen a buscar la difícil.