Debo decir que si Daniel Filmus hubiese logrado revertir el pobre desempeño que tuvo en la primera ronda de la elección a Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, no me hubiese sentido satisfecha.
Tampoco me causa satisfacción alguna el enorme apoyo que recibió Mauricio Macri y que lo transforma en un excelente prospect para las negociaciones posteriores a la primera interna abierta, obligatoria y simultánea que se llevará a cabo el próximo 14 de agosto.
¿Nada me viene bien? La verdad, en lo que hace a política, nada me convence del todo y de lo poco que rescato sólo surge un recorte parcial y limitado.
De la elección de ayer me queda la extraña sensación de una puesta en escena algo burda. Con el resultado ya definido, el último día de las vacaciones de invierno en el distrito y atravesados por el frío invernal, los porteños fuimos a votar mostrando más conciencia del deber cívico que ganas.
Ni el rápido reconocimiento de la derrota por parte de Filmus, ni la diplomacia de Macri invitando a la convivencia pacífica, ni el –por fin– llamado de la presidenta para felicitar al ganador pudieron esconder el trasfondo de los tiempos que vivimos. Los dientes apretados y el ponerse sobre las espaldas el fracaso en aras de salvar lo poco que queda de "intocable" en el oficialismo, en el caso de Filmus; la sobreactuación de un discurso fabricado a la medida del hartazgo nacional, el discurso vacuo de Macri; y la segura incomodidad de Cristina Fernández, a quien los gestos de gentileza parecen sonarle como renuncia a los principios fueron las caras ocultas –pero no tanto– de este escenario en el cual reina la falsedad y la hipocresía.
Filmus debería comprender que el castigo no estuvo dirigido a su persona sino que reflejó el descontento de los ciudadanos frente a situaciones que desnudan algo que vengo sosteniendo desde hace ya tiempo: tomar las medidas correctas por las razones equivocadas no conduce sino al error. Baste mencionar la utilización por parte del oficialismo del tema de los Derechos Humanos –caso Schoklender– y de la recuperación de nietos apropiados durante la dictadura –caso ADN Noble Herrera– para comprenderlo.
Macri no puede olvidar que hoy cuenta con un apoyo temporario, más fundado en el rechazo a lo que significa el oponente que en la adhesión a un gobierno que tuvo más gestos superficiales que medidas estructurales.
Ojalá la primera mandataria pueda sostener el aire de gentileza y don de gentes que mostró ayer y ojalá ese aire responda a la convicción de que en política no hay enemigos sino adversarios, que es bueno que los ciudadanos de todas las líneas de pensamiento encuentren una representación en la dirigencia política, que la adhesión no implica genuflexión y que el rechazo no significa odio. Ojalá.
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