4/27/2009

Fuera del marco

A veces, de tanto utilizar etiquetas, tengo la sensación de que me transformo en una suerte de repositor de supermercado: fulano es tal cosa y calza en este estante, mengano es tal otra y lo coloco en punta de góndola, o si se trata de objetos, esto es esto y le corresponde el lugar de arriba.
Cuando me doy cuenta de que estoy dejándome llevar por la corriente de ese mecanismo simplificador, trato de pensar fuera del marco.
Desetiquetar es un ejercicio difícil. Mucho más que etiquetar. Desetiquetar es desideologizar el pensamiento restituyéndole a la persona o al objeto su identidad, desnuda de calificativos. Es anular la confusión, más frecuente de lo que sería deseable, que iguala a alguien o a algo con una porción de sí. Es dejar de tomar la parte por el todo.
Pensar fuera del marco implica reconocer la diversidad y la multiplicidad de la mirada, y recuperar la conciencia de que adherimos a cierta ideología porque sintoniza con nuestros valores y no al revés. Es decir que cuando consentimos ponerle un marco ideológico a nuestra vida, lo hacemos porque es el que más se ajusta a nuestro sentido ético, estético y/o moral. Sin embargo, solemos olvidar que ni ese marco ni ningún otro encajan a la perfección ni pueden contener nuestra totalidad y que el elegido sólo es el que más se aproxima.
Con frecuencia, entonces, nos encontramos auto censurando algo por el simple hecho de que no se corresponde con el marco ideológico. Es casi seguro que un examen honesto de dicho marco dejará al descubierto lo que quedó afuera que, aunque sea poco, siempre es relevante. Es probable que por alguna necesidad imperiosa de pertenencia, hayamos desdeñado los sobrantes. Es que, desde adentro, una voz suele dictarnos que ése es el precio del marco: el cercenamiento de las rebabas para garantizar la inclusión completa.
Lo que sucede a continuación es que quedamos presos un dispoositivo que, no nos confundamos, hace más rígido nuestro sistema de creencias pero no por ello lo fortalece. Desarmar el marco y recuperar lo que quedó fuera de él le otorga consistencia al pensamiento. Le restituye la flexibilidad, nos devuelve la máxima libertad a la que podemos aspirar: la libertad de responder a la totalidad de nuestros valores y de lidiar con nuestras propias contradicciones.

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