5/18/2008

Te necesito

Recién llamó. Su voz, aunque quebrada, iluminó por un instante el gris de mi vida. Su inocultable angustia me hizo sentir súbitamente bien. Sólo dijo dos palabras, apenas dos palabras que dieron vuelta mi universo: “te necesito”. Entonces la deseé. La deseé como hacía tiempo que no la deseaba. Como nunca, creo, la había deseado. La vi cabalgando en mi cintura, montada sobre mí. Y yo perdido entre sus piernas. Gozando de su cuerpo completamente por primera vez. Hundido en ella. Dueño de ella. Atado a ella por un deseo animal, sin nombre y sin tiempo. La supe entregada, frágil, casi vencida. Justo ella, que no se deja vencer por nada. Justo ella, que siempre se pone de pie y mira el mañana con esperanza. Justo ella, tan distinta, tan opuesta a mí. Y tuve ganas de correr y abrazarla. Tuve ganas de recorrer su cuerpo sin mapa, sin rumbo, sin apuro. Tuve ganas de besarla con pasión, con ternura, brutal y salvajemente, hasta caer rendido. Sólo porque había dicho esas dos palabras que nunca antes había pronunciado. Porque se estaba mostrando vulnerable y era una presa fácil para mi deseo. Pero yo no sólo soy un cobarde, soy, además, un cobarde con principios. Entonces, traté de que en mi voz no se notara el arrebato de mi corazón. Traté de que no se trasluciera mi emoción, mi sensación de triunfo y ese sentimiento tan parecido a la felicidad y, con el mismo tono neutro de siempre, le dije: “Ahora no puedo, estoy ocupado”, y volví al camino de mi intrascendente y mediocre existencia.

1 comentario:

Orson Díaz dijo...

Touché. Entre tantos, quiero creer.