Que te habite el infierno.
Que la lluvia te esquive
y tu sed sea eterna.
Que la luz no te toque.
Que sabiéndote ciego
la imaginación se te niegue.
Que dependas de otro
para cualquier movimiento
y hasta tu más mínimo gesto
tenga un amo impiadoso
que decide por vos.
Que las lágrimas se encaprichen
dentro de tus ojos
y aunque el dolor te acongoje
no quieran caer.
Pero, más que todo,
que el corazón se te ensanche,
que lo sientas crecer en tu pecho
y no tengas
más remedio que amar.
1 comentario:
Qué bueno, Laura, ¡querría poder maldecir así!
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