Las "listas testimoniales" son como el dulce de leche: un invento argentino. Pero claro, el dulce de leche es sólo dulce de leche y no encubre ninguna estrategia maliciosa.
Las listas testimoniales ideadas por el oficialismo con miras a las elecciones legislativas –adelantadas– del próximo 28 de junio proponen a funcionarios en ejercicio para ocupar los primeros puestos de las nóminas de cargos de menor jerarquía que, en caso de ganar, nunca ocuparán, dejando el lugar a candidatos menos conocidos. Así, se especula sobre la candidatura del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y una gran cantidad de Intendentes del Conurbano, porque si hay un distrito donde las papas queman y es necesario sacarlas del fuego es el que cuenta con casi un 40% del padrón nacional y que, por lo tanto, se transforma en una pieza vital para conseguir una victoria.
Llevado a un extremo, se podría, según este dispositivo electoral, armar una lista presidida por una estrella de la televisión, un cantante pop o un muerto ilustre. Seguramente tendrían más arrastre la señora Mirtha Legrand o Diego Torres que Manuel Belgrano o el mismísimo Juan Perón, pero eso es harina de otro costal y mejor no agitar las aguas.
Lo que llama la atención no es la idea peregrina –en un brainstorming todo puede suceder aunque la actividad de estos cerebros atormentados no registra precedentes– sino que haya tomado estado público y nosotros, los ciudadanos, no pongamos el grito en el cielo frente a semejante intento de manipulación del electorado.
Lo que llama la atención no es que las provisorias cabezas de lista acuerden llevar adelante una estrategia engañosa sino que las segundas espadas acepten esa nada sutil forma de decirles "no servís para ganar" o "a vos no te vota ni el loro".
Sin embargo, las cosas aún no están decididas. Un puñado de gobernadores provinciales se niega a participar de este artilugio. No queda claro si lo hacen por principios o porque saben que el barco se mueve hacia un inevitable naufragio.
Mientras tanto, la inseguridad, la epidemia de dengue y aún el vergonzante intento de levantar un muro separando los partidos de San Isidro y San Fernando (mucho santo para una iniciativa digna de la Inquisición), han pasado a segundo plano.
Resta saber si, al igual que sucede con el dulce de leche, le daremos al mundo un invento que a los argentinos nos fascina pero que en muchos países no se comprende.
Las listas testimoniales ideadas por el oficialismo con miras a las elecciones legislativas –adelantadas– del próximo 28 de junio proponen a funcionarios en ejercicio para ocupar los primeros puestos de las nóminas de cargos de menor jerarquía que, en caso de ganar, nunca ocuparán, dejando el lugar a candidatos menos conocidos. Así, se especula sobre la candidatura del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y una gran cantidad de Intendentes del Conurbano, porque si hay un distrito donde las papas queman y es necesario sacarlas del fuego es el que cuenta con casi un 40% del padrón nacional y que, por lo tanto, se transforma en una pieza vital para conseguir una victoria.
Llevado a un extremo, se podría, según este dispositivo electoral, armar una lista presidida por una estrella de la televisión, un cantante pop o un muerto ilustre. Seguramente tendrían más arrastre la señora Mirtha Legrand o Diego Torres que Manuel Belgrano o el mismísimo Juan Perón, pero eso es harina de otro costal y mejor no agitar las aguas.
Lo que llama la atención no es la idea peregrina –en un brainstorming todo puede suceder aunque la actividad de estos cerebros atormentados no registra precedentes– sino que haya tomado estado público y nosotros, los ciudadanos, no pongamos el grito en el cielo frente a semejante intento de manipulación del electorado.
Lo que llama la atención no es que las provisorias cabezas de lista acuerden llevar adelante una estrategia engañosa sino que las segundas espadas acepten esa nada sutil forma de decirles "no servís para ganar" o "a vos no te vota ni el loro".
Sin embargo, las cosas aún no están decididas. Un puñado de gobernadores provinciales se niega a participar de este artilugio. No queda claro si lo hacen por principios o porque saben que el barco se mueve hacia un inevitable naufragio.
Mientras tanto, la inseguridad, la epidemia de dengue y aún el vergonzante intento de levantar un muro separando los partidos de San Isidro y San Fernando (mucho santo para una iniciativa digna de la Inquisición), han pasado a segundo plano.
Resta saber si, al igual que sucede con el dulce de leche, le daremos al mundo un invento que a los argentinos nos fascina pero que en muchos países no se comprende.
1 comentario:
No me había quedado claro que este intento manipulativo del electorado tenía nombre propio: listas testimoniales. Diré que, desde el punto de vista propagandístico es bueno que tenga un nombre y éste en particular. Es lo único bueno que le reconozco. Por lo demás -el nombre me ayuda a pensar-, el voto no es testimonial sino vinculante: es el mandato que el ciudadano le otorga a alguien con nombre y apellido para que desempenie una función específica que la Constitución define. Hasta hace un tiempo había, además, plataformas y programas electorales que los postulantes se comprometían a cumplir. Lamentablemente ya no es así. No creo que esta idea de dar testimonio, en vez de ir a votar, prospere. Se pronunciará la Justicia, se pronunciarán los partidos políticos (éstos deben existir, deben funcionar para que exista y funcione la República)o nos pronunciaremos nosotros ahora mismo como lo hace Laura, a cada momente, el día de la votación...
Publicar un comentario