5/20/2009

Elenco estable

Desde hace unas cuantas semanas –la dinámica de la política argentina se mide en términos de días y semanas, no de meses y años– se ha hablado mucho de las candidaturas "testimoniales" (brillante eufemismo), de las redes parentales en las listas (la esposa de, el hijo de, el cuñado de) y de las "farándulo-candidaturas" (a Nacha, que en verdad es Clotilde, la paran por la calle y le dicen Evita).
Más allá del juicio valorativo acerca de si está bien o mal que un candidato que no va a asumir ocupe un lugar en la lista o si la capacidad –o incapacidad– para la gestión pública es hereditaria o si el éxito en un escenario es una experiencia que habilita para el buen desempeño institucional, tratemos de ver las cosas desde otra perspectiva.
La frenética manipulación de las listas desnuda una realidad preocupante: la pobreza en términos reales de la clase dirigente argentina. Lo terrible, en última instancia, no es que un puñado de personas se haya apoderado de las nóminas. Lo terrible es que TODA la oferta existente está en esas nómina. Es decir, no han quedado fuera de ellas personas valiosas, probas y capacitadas para los cargos en disputa. No hay una dirigencia excluida del circuito del poder. Toda nuestra dirigencia está allí, en ese círculo cada vez más pequeño al que la mayoría ya no quiere ni asomarse.
Los que denuncian a los que quieren eternizarse también se han eternizado, los que se rebelan contra el nepotismo han debido bajar a su cónyuge del escenario electoral, los que se rasgan las vestiduras por el cumplimiento de los mandatos tuvieron que hacer renunciar a su compañera de fórmula y la que dijo que no se presentaría está ahí, tercera en la lista, tratando de "trackear" votos con su nombre.
Nuestra dirigencia es eso. Hace tiempo conformó el elenco estable de una tragicomedia de enredos. Entre bambalinas, la dama joven se pone a las corridas el disfraz de mucama; la protagonista se calza la peluca de la abuela; el galán se saca el traje de ocasional jardinero y todos vuelven a salir a escena.
La sabiduría popular diría "Y... es lo que hay". Yo no me resigno a entregarme mansamente a este destino.

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