Este amor tiene del amor no solo el nombre.
También tiene la luz, la paz y la bonanza.
La melodía plácida de un atardecer.
Crujidos, tintineos, sones, ecos.
Latidos en las yemas de los dedos.
Fibra, sangre, madera, carbón y piedra.
Tiene del amor el encanto sutil de una mirada
que prisma la realidad y la desnuda de a poco
y la hace gajos jugosos y gira sobre ellos
y cambia y se inventa vez tras vez.
Miel, sal, azúcar, pimienta y veneno.
Porque este amor tiene del amor no solo el nombre.
Tiene la pastosa consistencia del metal candente,
la lenta danza de la lava, la protesta furiosa de un hervor.
Es olla, cuenco, vaso, jarra, odre, cántaro y mortero
donde se cuece un guiso, donde despiertan las esencias,
donde duerme el agua, donde se ofrece el alimento,
donde se ahoga la sed.
Tiene del amor el perfume, la ley del cuerpo.
La intimidad a la que sólo el amor convoca
para consentir un abrazo que es deseo.
Es horizonte, avenida, camino, calle, vereda
y sendero que se abre nuevamente al horizonte.
Caricia que se estrecha hasta hacerse piel sobre otra piel
y orgasmo agonizante, suma de muertes provisorias
que ensanchan la fugaz conciencia de la vida.
Es que este amor tiene del amor no solo el nombre.
Tiene el silencio preñado de palabras.
4/30/2008
4/26/2008
Equívoco
Hay dos árboles en la puerta de mi casa,
dos paraísos frondosos y serenos.
Uno, el de la izquierda, perdió todas las hojas
y deja ver sus ramas retorcidas,
racimos de frutos amarillos,
secos y quietos que el viento no conmueve.
El otro, el que protege mi ventana
y desnuda por las noches las estrellas,
se resiste a abandonar el verde,
proyecta su sombra sobre la vereda,
esconde pudoroso su corteza.
Es un resto del verano que no se apaga,
habitación de pájaros inquietos que pronto partirán.
Es telón de mi desnudez y amparo de mi soledad.
El paraíso que protege mi ventana
no se ha enterado aún de la llegada del otoño.
Su equívoco alimenta mi ilusión
de que las cosas persisten, de que el verano es eterno,
de que el tiempo no se llevará mi voz.
dos paraísos frondosos y serenos.
Uno, el de la izquierda, perdió todas las hojas
y deja ver sus ramas retorcidas,
racimos de frutos amarillos,
secos y quietos que el viento no conmueve.
El otro, el que protege mi ventana
y desnuda por las noches las estrellas,
se resiste a abandonar el verde,
proyecta su sombra sobre la vereda,
esconde pudoroso su corteza.
Es un resto del verano que no se apaga,
habitación de pájaros inquietos que pronto partirán.
Es telón de mi desnudez y amparo de mi soledad.
El paraíso que protege mi ventana
no se ha enterado aún de la llegada del otoño.
Su equívoco alimenta mi ilusión
de que las cosas persisten, de que el verano es eterno,
de que el tiempo no se llevará mi voz.
4/24/2008
Agradeciendo
Juana me invitó a pensar acerca de las cosas por las cuales creo que es imprescindible agradecer.
He aquí el resultado.
Y toda mi gratitud para ella.
He aquí el resultado.
Y toda mi gratitud para ella.
4/20/2008
Simple y fácil
¿Quién no ha confundido más de una vez lo simple con lo fácil? Todos lo hacemos con notable frecuencia y, equivocados, nos lanzamos hacia lo uno como si fuese lo otro.
Simple es, ni más ni menos, todo proceso explicable y ejecutable en un paso a paso al igual que una receta de cocina básica para principiantes. Lo que no implica que, aún siguiendo al pie de la letra las sencillas instrucciones, la comida salga rica. Fácil, en cambio, es lo que se puede hacer sin un gran esfuerzo. Sin embargo, la incoherencia y la contradicción suelen filtrarse a menudo en nuestro discurso.
Porque la vida es simple. Pero vivir no es fácil.
Porque el amor es simple. Pero amar no es fácil, enamorarse no es fácil y seguir enamorado después de un tiempo es definitivamente difícil.
Porque ser feliz es simple. Pero encontrar la felicidad no es fácil.
Porque digerir (desde la comida hasta la realidad) es simple. Pero tragar no es fácil. Aunque a veces, vaya paradoja, tragar es simple pero digerir no es nada fácil.
Porque comprender es simple. Pero aceptar no es fácil.
Porque tener un hijo es simple. Pero ser padre o madre no es fácil.
Porque soñar es simple. Pero hacer realidad los sueños no es fácil.
¿Cuál será la fórmula para hacer fácil lo simple?
Simple es, ni más ni menos, todo proceso explicable y ejecutable en un paso a paso al igual que una receta de cocina básica para principiantes. Lo que no implica que, aún siguiendo al pie de la letra las sencillas instrucciones, la comida salga rica. Fácil, en cambio, es lo que se puede hacer sin un gran esfuerzo. Sin embargo, la incoherencia y la contradicción suelen filtrarse a menudo en nuestro discurso.
Porque la vida es simple. Pero vivir no es fácil.
Porque el amor es simple. Pero amar no es fácil, enamorarse no es fácil y seguir enamorado después de un tiempo es definitivamente difícil.
Porque ser feliz es simple. Pero encontrar la felicidad no es fácil.
Porque digerir (desde la comida hasta la realidad) es simple. Pero tragar no es fácil. Aunque a veces, vaya paradoja, tragar es simple pero digerir no es nada fácil.
Porque comprender es simple. Pero aceptar no es fácil.
Porque tener un hijo es simple. Pero ser padre o madre no es fácil.
Porque soñar es simple. Pero hacer realidad los sueños no es fácil.
¿Cuál será la fórmula para hacer fácil lo simple?
4/17/2008
¿Quién es el dueño del poema?
El autor que pone de sí las palabras que dibujan historias, figuran sentires.
El yo que enuncia, dolido, iracundo o jubiloso, paciente o con ansias.
El tú al que ese yo se ofrece y se entrega.
El tú que lee, sorprendido, aquello que hubiese querido escribir o lo que habría deseado que saliera de su corazón para otro tú, reinscribiéndose en el verbo ajeno hasta hacerlo propio.
Un él desapegado, casi lejano.
Un él que se reconoce en la materia expresiva, descubierto en la intimidad de su emoción.
Un nosotros que es apenas el universo contenido entre el tú y el yo.
Un nosotros que remite al todos, ilusión de unidad.
El vos, lector aleatorio, atrapado en la convocatoria del yo, envuelto en la delicada telaraña del sentido, disuelto en el límite entre literatura y realidad.
¿Quién es el dueño de ese poema que una vez lanzado al aire levanta vuelo y, desde la altura, sólo responde a sus propios latidos y a su propia respiración?
El yo que enuncia, dolido, iracundo o jubiloso, paciente o con ansias.
El tú al que ese yo se ofrece y se entrega.
El tú que lee, sorprendido, aquello que hubiese querido escribir o lo que habría deseado que saliera de su corazón para otro tú, reinscribiéndose en el verbo ajeno hasta hacerlo propio.
Un él desapegado, casi lejano.
Un él que se reconoce en la materia expresiva, descubierto en la intimidad de su emoción.
Un nosotros que es apenas el universo contenido entre el tú y el yo.
Un nosotros que remite al todos, ilusión de unidad.
El vos, lector aleatorio, atrapado en la convocatoria del yo, envuelto en la delicada telaraña del sentido, disuelto en el límite entre literatura y realidad.
¿Quién es el dueño de ese poema que una vez lanzado al aire levanta vuelo y, desde la altura, sólo responde a sus propios latidos y a su propia respiración?
Gracias
Tu presencia y tu ausencia.
Los helados castillos de tus silencios
que ahogaban todas las voces.
Esa vida de sorbos mínimos,
de largos tragos y una mesa siempre tendida.
Los bocados compartidos
mordiendo pieles temblorosas de viejas penas.
Tu compañía espasmódica y tu trágica verdad.
El humo gris de tu mirada perdido hacia adentro.
Y la caricia única, perpetua.
Y ese amor mezquino y provisorio.
Y la fe quebrada.
Y el tiempo exiguo detenido en ningún lugar,
allí donde todo empuja, atraviesa, avasalla
y te deja solo frente nada
asomado al vacío.
Esa espera en un andén donde hace rato
el tren no pasa.
Ese abandono, tu abandono
me dio cada palabra
de mis mejores poemas.
Los helados castillos de tus silencios
que ahogaban todas las voces.
Esa vida de sorbos mínimos,
de largos tragos y una mesa siempre tendida.
Los bocados compartidos
mordiendo pieles temblorosas de viejas penas.
Tu compañía espasmódica y tu trágica verdad.
El humo gris de tu mirada perdido hacia adentro.
Y la caricia única, perpetua.
Y ese amor mezquino y provisorio.
Y la fe quebrada.
Y el tiempo exiguo detenido en ningún lugar,
allí donde todo empuja, atraviesa, avasalla
y te deja solo frente nada
asomado al vacío.
Esa espera en un andén donde hace rato
el tren no pasa.
Ese abandono, tu abandono
me dio cada palabra
de mis mejores poemas.
4/09/2008
Temas intrascendentes
Desde hace un tiempo, buena parte de la sociedad se regocija en la banalización de la existencia. El resto –tal vez mucho menos numeroso– se rasga las vestiduras considerándose apenas un testigo, calificado pero no contaminado, de semejante espectáculo. Mientras tanto, lo que queda entre la fiesta superficial y las voces admonitorias es la posibilidad de una reflexión acerca de la realidad que, como todo lo que está sucediendo, no es ni bueno ni malo sino simplemente lo que está sucediendo.
Están, entonces, los que no quieren pensar cosas importantes y los que viven pensando cosas importantes. Los que le sacan el cuerpo a los cuestionamientos y los que todo lo cuestionan. Los que consumen basura mediática y los que sólo consumen cultura. Los reaccionarios y los progresistas. Los que se sumergen con placer en la profundidad y los que cultivan sin reparos la trivialidad. Esta furiosa asignación de etiquetas y categorías abre un abismo al que tanto un grupo como el otro evita asomarse. (Ahorro el festival de comillas que todo este párrafo merecería)
Una verdadera pena, porque de vez en cuando a todos nos viene bien un rato de esparcimiento sin pretensiones y a todos también nos viene bien de vez en cuando intentar pensamientos que estén por fuera de los circuitos habituales.
La profundidad de una reflexión no está garantizada por la complejidad del tema abordado. Hay infinidad de ejemplos de que cuestiones menores pueden inspirar pensamientos sublimes y, del mismo modo, cuestiones sublimes pueden provocar pensamientos muy pero muy menores.
En suma, no es descartable la realidad sino el lugar que se elige para hablar de ella, y no es intrascendente un tópico sino lo que se dice de él. Es que no hay temas inabordables ni tampoco otros que no merezcan ser tratados. Hay solamente miradas, más o menos originales e interesantes, acerca de los acontecimientos. Y el secreto reside en cómo cada mirada construye hipótesis sobre las cosas; en qué punto se ubica para dibujar una perspectiva; de qué forma interroga a esa realidad.
Están, entonces, los que no quieren pensar cosas importantes y los que viven pensando cosas importantes. Los que le sacan el cuerpo a los cuestionamientos y los que todo lo cuestionan. Los que consumen basura mediática y los que sólo consumen cultura. Los reaccionarios y los progresistas. Los que se sumergen con placer en la profundidad y los que cultivan sin reparos la trivialidad. Esta furiosa asignación de etiquetas y categorías abre un abismo al que tanto un grupo como el otro evita asomarse. (Ahorro el festival de comillas que todo este párrafo merecería)
Una verdadera pena, porque de vez en cuando a todos nos viene bien un rato de esparcimiento sin pretensiones y a todos también nos viene bien de vez en cuando intentar pensamientos que estén por fuera de los circuitos habituales.
La profundidad de una reflexión no está garantizada por la complejidad del tema abordado. Hay infinidad de ejemplos de que cuestiones menores pueden inspirar pensamientos sublimes y, del mismo modo, cuestiones sublimes pueden provocar pensamientos muy pero muy menores.
En suma, no es descartable la realidad sino el lugar que se elige para hablar de ella, y no es intrascendente un tópico sino lo que se dice de él. Es que no hay temas inabordables ni tampoco otros que no merezcan ser tratados. Hay solamente miradas, más o menos originales e interesantes, acerca de los acontecimientos. Y el secreto reside en cómo cada mirada construye hipótesis sobre las cosas; en qué punto se ubica para dibujar una perspectiva; de qué forma interroga a esa realidad.
4/08/2008
Soy
Este manojo de deseos, esta carne palpitante.
Estos huesos, esta entrega
y esta disposición a la entrega. Esta pasión
que no se apaga.
La ilusión que no se rinde.
Esta voz que no se calla, esta lengua que no claudica.
Soy.
Mi respiración agitada, mi aliento sin agonía.
Y toda la sangre y la fibra. Y la sutil presencia de mi espíritu.
El pensamiento irresoluto que no cede.
Y necesidad y hambre y sed de todo
insaciable, permanente
desafío
terrible condena al movimiento eterno.
Sí, soy.
Soy este manojo de deseo.
Soy esta sensación de haber perdido
todo lo que había para perder
y la certeza de que, desde el fondo del pozo,
sólo se puede subir, ganar, salir.
Porque este terrible manojo eléctrico de deseos,
este manojo terrible de deseos eléctricos
no hace otra cosa que desear.
No hace otra cosa que correr tras aquello
que una vez alcanzado queda atrás
y se pierde y se deshace y se quema
para que de esos despojos
surja un nuevo deseo que reavive
el movimiento,
esa búsqueda siempre inaugural
que me mantiene viva,
siendo.
Estos huesos, esta entrega
y esta disposición a la entrega. Esta pasión
que no se apaga.
La ilusión que no se rinde.
Esta voz que no se calla, esta lengua que no claudica.
Soy.
Mi respiración agitada, mi aliento sin agonía.
Y toda la sangre y la fibra. Y la sutil presencia de mi espíritu.
El pensamiento irresoluto que no cede.
Y necesidad y hambre y sed de todo
insaciable, permanente
desafío
terrible condena al movimiento eterno.
Sí, soy.
Soy este manojo de deseo.
Soy esta sensación de haber perdido
todo lo que había para perder
y la certeza de que, desde el fondo del pozo,
sólo se puede subir, ganar, salir.
Porque este terrible manojo eléctrico de deseos,
este manojo terrible de deseos eléctricos
no hace otra cosa que desear.
No hace otra cosa que correr tras aquello
que una vez alcanzado queda atrás
y se pierde y se deshace y se quema
para que de esos despojos
surja un nuevo deseo que reavive
el movimiento,
esa búsqueda siempre inaugural
que me mantiene viva,
siendo.
4/06/2008
(infinito)
Como una grieta en la pared desnuda.
Como un tajo que deja ver la carne y sus latidos.
Como la verdad despierta y brutal.
El poema.
Como un tajo que deja ver la carne y sus latidos.
Como la verdad despierta y brutal.
El poema.
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