Hace un tiempo que el tiempo me resulta extraño.
Un viernes dejó de ser diferente de un lunes cualquiera.
O de un domingo.
La vida es el primer café de la mañana.
El último cigarrillo de la noche.
El hambre, la sed.
Y el paréntesis entre más hambre y más sed.
El agua tibia mojando mi cuerpo.
La sábana en que me envuelvo para dormir.
Frío y calor.
Hojas secas en el piso o brotes en las ramas.
O sombra fresca.
Pero no tiempo.
Porque hace un tiempo que el tiempo me resulta tan extraño
que los minutos no son unidad de medida,
el reloj no le da sentido a las horas,
y la vida y la muerte son parte
de la misma eternidad.
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