Twitter es una herramienta de microblogging que, en 140 caracteres, permite comunicar a la totalidad de los usuarios que siguen nuestras actualizaciones, qué estamos haciendo.
Las celebridades, las empresas y los políticos, estos últimos sobre todo a partir de la exitosa campaña de Barack Obama, están empezando a descubrir el poder de este dispositivo.
Madonna invita, por intermedio de sus productores, a seleccionar los temas de un disco con sus más grandes éxitos. Britney comenta las alternativas de sus presentaciones. Mr. and Mrs. Kutcher ventilan su amor en la pantalla de varios cientos de miles de seguidores. Shaquille O'Neal reparte entradas para los partidos de la NBA en lugares insólitos. Stephen Fry relata su experiencia como cineasta en el sudeste asiático. Por nombrar sólo algunos casos.
En el ámbito local, con la proximidad –más próxima desde la semana pasada– de las elecciones, muchos políticos se suben a la ola aunque con magros resultados: en algunos se nota demasiado la presencia de asesores, otros abandonan la cruzada rápidamente, otros irritan con la superficialidad de sus comentarios porque, convengamos, hay que saber captar la atención del público en no más de veinte palabras (esto implica que cada una de las intervenciones debería funcionar con la contundencia de un titular y, como todos sabemos, hablar con titulares puede resultar agotador).
Es fácil descubrir si el objetivo es la interacción –una de las características más relevantes de la web 2.0– o si simplemente se trata de una nueva y sofisticada vidriera para incrementar la visibilidad: basta observar cuál es la diferencia entre la cantidad de personas que nos leen y la cantidad de personas que leemos. Quienes pretenden "ser vistos" sólo leen a un puñado de usuarios, es decir que les interesa mucho que los lean pero muy poco leer lo que los demás dicen, mientras que quienes apuntan a interactuar presentarán tantos o casi tantos lectores como "leídos".
Por estos días, el interés de los usuarios está centrado en descubrir quién escribe y quién manda a escribir las actualizaciones de las celebridades. Tanto como para que la inquietud –y algunas respuestas– esté en la portada de, por ejemplo, el diario La Nación.
Es de esperar que en poco tiempo todo este furor se aquiete y, naturalmente, la paja se separe del trigo dejando en evidencia que Twitter es una herramienta más de las muchas que la tecnología nos brinda y que, como tal, puede ser bien o mal utilizada. No sería la primera vez –y no será la última– que la impericia en el uso del martillo ponga en riesgo la integridad de nuestros dedos o que el mango de un destornillador sirva de improvisado martillo a la hora de hundir un clavo en la madera.
Las celebridades, las empresas y los políticos, estos últimos sobre todo a partir de la exitosa campaña de Barack Obama, están empezando a descubrir el poder de este dispositivo.
Madonna invita, por intermedio de sus productores, a seleccionar los temas de un disco con sus más grandes éxitos. Britney comenta las alternativas de sus presentaciones. Mr. and Mrs. Kutcher ventilan su amor en la pantalla de varios cientos de miles de seguidores. Shaquille O'Neal reparte entradas para los partidos de la NBA en lugares insólitos. Stephen Fry relata su experiencia como cineasta en el sudeste asiático. Por nombrar sólo algunos casos.
En el ámbito local, con la proximidad –más próxima desde la semana pasada– de las elecciones, muchos políticos se suben a la ola aunque con magros resultados: en algunos se nota demasiado la presencia de asesores, otros abandonan la cruzada rápidamente, otros irritan con la superficialidad de sus comentarios porque, convengamos, hay que saber captar la atención del público en no más de veinte palabras (esto implica que cada una de las intervenciones debería funcionar con la contundencia de un titular y, como todos sabemos, hablar con titulares puede resultar agotador).
Es fácil descubrir si el objetivo es la interacción –una de las características más relevantes de la web 2.0– o si simplemente se trata de una nueva y sofisticada vidriera para incrementar la visibilidad: basta observar cuál es la diferencia entre la cantidad de personas que nos leen y la cantidad de personas que leemos. Quienes pretenden "ser vistos" sólo leen a un puñado de usuarios, es decir que les interesa mucho que los lean pero muy poco leer lo que los demás dicen, mientras que quienes apuntan a interactuar presentarán tantos o casi tantos lectores como "leídos".
Por estos días, el interés de los usuarios está centrado en descubrir quién escribe y quién manda a escribir las actualizaciones de las celebridades. Tanto como para que la inquietud –y algunas respuestas– esté en la portada de, por ejemplo, el diario La Nación.
Es de esperar que en poco tiempo todo este furor se aquiete y, naturalmente, la paja se separe del trigo dejando en evidencia que Twitter es una herramienta más de las muchas que la tecnología nos brinda y que, como tal, puede ser bien o mal utilizada. No sería la primera vez –y no será la última– que la impericia en el uso del martillo ponga en riesgo la integridad de nuestros dedos o que el mango de un destornillador sirva de improvisado martillo a la hora de hundir un clavo en la madera.