Suele decirse que cuando las estructuras que deberían contenernos –familia, escuela, Estado, Justicia– no funcionan, no hay ley.
Yo creo que sí hay una ley. Pero es una ley de la no-ley que se rige por la conveniencia o la necesidad personales. Que aplica para la satisfacción individual. Que reniega del entramado social. Es la ley de la selva, el ojo por ojo, la justicia por mano propia.
Esa ley de la no-ley, cuando reclama, pide "mano dura", "muerte al que mata", "bajar la edad de imputabilidad" y deja al descubierto el lado oscuro que todos tenemos. Lo peor de nosotros –lo peor de cualquier ser humano– es el momento en el cual dejamos de ver al prójimo para pasar a ser mercenarios del sálvese quien pueda.
Yo creo que sí hay una ley. Pero es una ley de la no-ley que se rige por la conveniencia o la necesidad personales. Que aplica para la satisfacción individual. Que reniega del entramado social. Es la ley de la selva, el ojo por ojo, la justicia por mano propia.
Esa ley de la no-ley, cuando reclama, pide "mano dura", "muerte al que mata", "bajar la edad de imputabilidad" y deja al descubierto el lado oscuro que todos tenemos. Lo peor de nosotros –lo peor de cualquier ser humano– es el momento en el cual dejamos de ver al prójimo para pasar a ser mercenarios del sálvese quien pueda.
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