Angelina era mi abuela paterna, una gallega divina que llegó al país con 15 años en 1913 y nunca volvió a su pueblo perdido en Orense. Tenía la sabiduría de los que dejaron atrás una vida y comenzaron otra, en otro lugar, con otra gente. También tenía la alegría serena que da la gratitud.
"Lo que no se va en lágrimas se va en suspiros", decía cuando alguien se lamentaba por alguna pérdida menor o por algún gasto inesperado.
Hoy me acordé de ella porque vino a mi mente esa frase pero con otra forma, mucho más actual, mucho más mundana. Superficial, si se quiere. Pensé, de inmediato, que ella se hubiese reído mucho. Y yo también me reí mientras repetía, en voz baja: “Lo que no se va en lágrimas se va en subsidios”.
10 de noviembre de 2015
No hay comentarios.:
Publicar un comentario