Tras las letras
se esconden las voces.
Tras las voces,
pensamientos.
Y aun detrás de ellos,
entremezclados,
se dejan ver
los sentires.
Más allá,
lejos,
solos,
están los jirones
de carne
con los que se construye
el poema;
las terminaciones
nerviosas;
los impulsos
que abren surcos
en la memoria
y, como sin querer,
dibujan letras.
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