4/23/2007

Arte I – 2006

¿Y si la predisposición a la creación artística sólo fuese una falla en el sistema destinada a cubrir cierta morbosa tendencia humana a depositar los innominables en el otro? Unos pocos condenados, los que traen esa falla, estarían entonces abocados a poner en términos de música, danza, literatura, escultura, pintura, teatro o cine los sentimientos más profundos, indigeribles, de la especie. Aquello que existe pero que no le pasa a nadie en la vida real. Lo feo, lo brutal, lo siniestro. Lo intenso, lo celebratorio, lo milagroso. Lo que desequilibra, sin importar el signo, el plácido discurrir de la medianía.
Los fallados serían, en esta hipótesis, un ejército de limpieza que elimina las angustias existenciales. Alquimistas capaces, merced al propio dolor, de transmutar las anomalías en novelas, lo que equivale a decir en una historia verosímil que sólo puede sucederle a otro. Oráculos que traducen las oscuras visiones de su interior, que son en realidad descarnadas miradas del exterior, en belleza, atravesando el temor a ser tildados de locos. Diciendo lo que los demás no se animan a decir. Personas más vulnerables que el promedio, con una cierta discapacidad que les impide instrumentar con fluidez el tránsito por lo cotidiano. Daltónicos. Dueños de una mirada que se asoma al incierto borde de lo indecible. Valientes. Inconscientes. Diferentes disfrazados de normalidad. Luchando muchas veces contra lo impar para esconderlo en un intento desesperado de pasar por la vida como seres comunes. Disimulando.

¿Y si el arte sólo fuese el resultado del procesamiento de los detritus de la cloaca humana? Aguas servidas que vuelven a ser potables luego de varios filtrados, del agregado de sustancias que facilitan la precipitación de desechos, del clorado. Combustible para poner en marcha motores y máquinas, obtenido a partir del reciclaje de basura. Transformando lo inútil en útil, lo feo en bello, lo real en irreal, lo imposible en posible.
¿Y si el arte sólo fuese una condena, una marca como lo son la miopía, el cáncer o la trisomía veintitrés? Una señal en el universo desoxirribonucleico. Una luz encendida que debía estar apagada y que ilumina con un resplandor nuevo, incandescente y apenas soportable, el rostro oculto de la humanidad.

2 comentarios:

MentesSueltas dijo...

Excelente tema, apasionante. Escribo mucho sobre ello.

Dejo un abrazo desde Buenos Aires.
MentesSueltas

Anónimo dijo...

Y si, por el contrario, el arte fuera el destello de la colisión entre la inteligencia y la sensibilidad humana, un lugar donde se reconoce lo propio de lo humano y que nos coloca en la frontera de lo divino. Un espacio donde concurre lo bueno y lo bello; lo claro y lo verdadero.
Un abrazo
Chris