5/09/2007

Memorias del Fantasma: V – "Costa Pobre", reposo y meditación

Recostada en la cama de mi habitación en el hotel más lujoso de la capital “costapobreña” intenté hacer un repaso de la jornada. Lo más positivo era que la lectura del discurso a los integrantes del futuro gabinete y otros pesos pesados había resultado un éxito. Luego había tenido lugar la cena en un restaurante de comidas típicas, rodeados por fotógrafos sociales que, para mi horror, a la mañana siguiente publicarían en todos los diarios capitalinos el testimonio del encuentro entre la desconocida –o sea yo– y los poderosos empresarios. Lo más negativo fue que mis esperanzas de tomar contacto con el candidato se habían desvanecido tras la confirmación, por parte del futuro presidente de la Cámara de Diputados, que “el Tito” no estaría disponible para el encuentro conmigo. Ni siquiera se presentaría en el acto. Por eso, alguien a designar sería el encargado de acercarle una copia que él grabaría para que pudiese ser emitida en la concentración popular a llevarse a cabo dos días después en el estadio más grande de la ciudad. Me preocupó el hecho de que dependiéramos solamente de la expresividad de la voz y que una lectura descuidada o poco ajustada a la puntuación desluciera la intencionalidad de las palabras de modo que salté de la cama y borronée una suerte de mapa de lectura en el que, con todo respeto, le sugería a “el Tito” la extensión de los silencios, el tono paternalista, cierta dulzura en el momento de abordar las promesas a las mujeres, los ancianos y los niños; la utilización de un lenguaje más coloquial en un determinado tramo dirigido al campesinado; el giro hacia la arenga cuando tuviese que hacer el pedido de voto. Aunque no estaba muy convencida de la eficacia de las instrucciones, las adjunté en una carta personal que acompañaría el texto.
Cuando ya estaba por dormirme, con una mezcla de alegría, decepción, incredulidad y agotamiento pero también aburrida debido a que la televisión local no hacía más que mostrar infomerciales de astrólogos, tarotistas y videntes; sonó el teléfono. Era XX junior. Según sus palabras, como una muestra de hospitalidad y agradecimiento, estaba formalmente invitada a un día de esparcimiento en la finca de la familia. El “coronel” me pasaría a buscar por la mañana.

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