Empecé a publicar en este blog –y también en el otro– como si fuese un cuaderno borrador, de esos en los que uno garabatea lo que está pensando a medida que lo va pensando o lo que no se atreve a pensar demasiado o lo que, directamente, escribe sin pensar. Lo extraño es que ésta es la única definición positiva que se me ocurre que, por cierto, no es demasiado positiva pero al menos no empieza con la palabra no, que como todos sabemos suele no ser leída como una negativa sino como una invitación a la transgresión. Lo peor de todo es que, con el correr del tiempo y de los posts, tampoco es una definición ajustada.
Las definiciones por la negativa me recuerdan a la doctora Ofelia Kovaci tratando de enseñarnos –a los brutalmente ignorantes alumnos de Gramática de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires– las tríadas fonemáticas del español rioplatense. Fue tan eficaz nuestra profesora que no sólo lo aprendí sino que también, después de décadas, recuerdo que una "p" (sin la "e") es una "p" porque no es ni una "b" ni una "m". Y es que, a pesar de lo que comparten –las tres son bilabiales oclusivas, es decir se articulan a partir de ambos labios cerrados–, la identidad de cada una se define por el rasgo diferencial que no es más que el lugar vacante que las otras dos dejan en la tríada.
Volviendo al blog (no sé por qué me fui tan lejos), y para redefinirlo en homenaje a las tríadas fonemáticas del español rioplatense, diré que lo escribo porque:
No tengo cosa mejor que hacer.
Tendría millones de cosas que hacer, incluso algunas mejores, pero no quiero hacerlas.
No me banco pensar cosas y que queden ahí, en esa especie de plasma del pensamiento donde todo puede ser una maravilla o una porquería, sin orden ni bajada a tierra.
En el plasma lo que escribo y yo somos, invariablemente, maravillosos.
No me da vergüenza.
Tal vez debería pero no me da.
No quiero transformarme en esclava de mis palabras.
He pensado mil maneras de cambiar lo escrito en los libros: comprar la edición completa, sacar una solicitada en un diario diciendo que me desdigo, arrepentirme públicamente, escribir otro que diga todo lo contrario... De modo que el botón "suprimir esta entrada" me parece un pasaje sin escalas al paraíso.
No quiero sentirme amenazada por el número de lectores.
Sí, soy fóbica, pero como dice la publicidad, todo lo que tengo de fóbica lo tengo de buena mina; así que estoy acá, sin siquiera un módico contador de visitas gratuito, casi sin enterarme quién leyó mis delirios cotidianos, eludiendo cualquier signo de sobreexposición y rezando para que unos cuantos personajes conocidos –más de los que me gustaría– no tengan la triste ocurrencia de visitarme, por voluntad o pura casualidad, y dejarme un comentario.
No quiero que algún aspecto de lo que soy se quede afuera de mis palabras.
En un principio, por eso dupliqué mis kiosquitos; es que esta misma que viste y calza tiene unos cuantos años de educación rigurosa y sistemática pero también se desvive por la televisión basura, la más basura de todas –que tantos execran como la gota de grasa que les mancha el traje–, cocinar para los amigos y otros seres queridos como una Susanita o Sarita o cualquier otro modelo de madre asfixiante de la colectividad que se les ocurra; y, como si esto fuera poco, adora el fútbol y sigue tanto el desarrollo de los campeonatos locales como el libro de pases y los torneos italianos.
No necesito quedar bien con nadie.
Tengo una lengua con Ph muy bajo –lo que implica una enorme acidez– y esto, en la vida, digamos, "real" suele ser un inconveniente que aquí, por obra y gracia de la todopoderosa blogosfera, pasa desapercibido.
No quiero tomarme demasiado en serio.
Por eso, en mi perfil aparece, en vez de mi historia profesional, la colección de animales reales e imaginarios que los horóscopos de diversas nacionalidades me han destinado. Curiosamente, en el maya vuelvo a ser perro, lo que habla de mi profunda coherencia astral.
No busco amigos.
Si vienen, bienvenidos sean a esta casa y a la de verdad; pero, tanto por fóbica como por el respeto que le tengo a la amistad, evito las largas listas en las que informo los blogs que leo, los blogs en que aparezco, los que frecuento, los que vi una vez y no volví a visitar, los que son cool, los que... nada.
No quiero ser una blogopinóloga o comentarista oficial de posts.
Así que me mantengo calladita. Sí, porque estoy convencida de que los elogios son buenos para el alma cuando son sinceros, suelo dejar mensajes que reflejan mi admiración por las palabras de otros. Un mimo nunca está de más.
En fin, me cansé de los NO. ¿Saben qué? Escribo porque se me canta.
Las definiciones por la negativa me recuerdan a la doctora Ofelia Kovaci tratando de enseñarnos –a los brutalmente ignorantes alumnos de Gramática de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires– las tríadas fonemáticas del español rioplatense. Fue tan eficaz nuestra profesora que no sólo lo aprendí sino que también, después de décadas, recuerdo que una "p" (sin la "e") es una "p" porque no es ni una "b" ni una "m". Y es que, a pesar de lo que comparten –las tres son bilabiales oclusivas, es decir se articulan a partir de ambos labios cerrados–, la identidad de cada una se define por el rasgo diferencial que no es más que el lugar vacante que las otras dos dejan en la tríada.
Volviendo al blog (no sé por qué me fui tan lejos), y para redefinirlo en homenaje a las tríadas fonemáticas del español rioplatense, diré que lo escribo porque:
No tengo cosa mejor que hacer.
Tendría millones de cosas que hacer, incluso algunas mejores, pero no quiero hacerlas.
No me banco pensar cosas y que queden ahí, en esa especie de plasma del pensamiento donde todo puede ser una maravilla o una porquería, sin orden ni bajada a tierra.
En el plasma lo que escribo y yo somos, invariablemente, maravillosos.
No me da vergüenza.
Tal vez debería pero no me da.
No quiero transformarme en esclava de mis palabras.
He pensado mil maneras de cambiar lo escrito en los libros: comprar la edición completa, sacar una solicitada en un diario diciendo que me desdigo, arrepentirme públicamente, escribir otro que diga todo lo contrario... De modo que el botón "suprimir esta entrada" me parece un pasaje sin escalas al paraíso.
No quiero sentirme amenazada por el número de lectores.
Sí, soy fóbica, pero como dice la publicidad, todo lo que tengo de fóbica lo tengo de buena mina; así que estoy acá, sin siquiera un módico contador de visitas gratuito, casi sin enterarme quién leyó mis delirios cotidianos, eludiendo cualquier signo de sobreexposición y rezando para que unos cuantos personajes conocidos –más de los que me gustaría– no tengan la triste ocurrencia de visitarme, por voluntad o pura casualidad, y dejarme un comentario.
No quiero que algún aspecto de lo que soy se quede afuera de mis palabras.
En un principio, por eso dupliqué mis kiosquitos; es que esta misma que viste y calza tiene unos cuantos años de educación rigurosa y sistemática pero también se desvive por la televisión basura, la más basura de todas –que tantos execran como la gota de grasa que les mancha el traje–, cocinar para los amigos y otros seres queridos como una Susanita o Sarita o cualquier otro modelo de madre asfixiante de la colectividad que se les ocurra; y, como si esto fuera poco, adora el fútbol y sigue tanto el desarrollo de los campeonatos locales como el libro de pases y los torneos italianos.
No necesito quedar bien con nadie.
Tengo una lengua con Ph muy bajo –lo que implica una enorme acidez– y esto, en la vida, digamos, "real" suele ser un inconveniente que aquí, por obra y gracia de la todopoderosa blogosfera, pasa desapercibido.
No quiero tomarme demasiado en serio.
Por eso, en mi perfil aparece, en vez de mi historia profesional, la colección de animales reales e imaginarios que los horóscopos de diversas nacionalidades me han destinado. Curiosamente, en el maya vuelvo a ser perro, lo que habla de mi profunda coherencia astral.
No busco amigos.
Si vienen, bienvenidos sean a esta casa y a la de verdad; pero, tanto por fóbica como por el respeto que le tengo a la amistad, evito las largas listas en las que informo los blogs que leo, los blogs en que aparezco, los que frecuento, los que vi una vez y no volví a visitar, los que son cool, los que... nada.
No quiero ser una blogopinóloga o comentarista oficial de posts.
Así que me mantengo calladita. Sí, porque estoy convencida de que los elogios son buenos para el alma cuando son sinceros, suelo dejar mensajes que reflejan mi admiración por las palabras de otros. Un mimo nunca está de más.
En fin, me cansé de los NO. ¿Saben qué? Escribo porque se me canta.
3 comentarios:
eso estuvo re cool. Te salió del corazón. No vayas a dejar de escribir. Por favor!
Chris
Hola Laura. Después de leer esto estoy confundida. Quería enlazarte, poner un link de mi blog al tuyo... pero con lo que dices me has asustado... :) ¿Me das tu permiso oficial para que lo ponga?
Clara, del Blog de una lectora
Por supuesto que tenés mi permiso oficial, Clara. Cuando me llegó tu comentario estaba buscando en la red información acerca de las actividades de mi bisabuelo anarquista... Me parece que eso lo explica todo. :)
Laura
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